El 2021 será un año dominado por la contienda electoral de julio y todo girará en torno a ello, por desgracia, será también un “año pandémico”.
Pbro. Ernesto Hinojosa Dávalos
dahirest@hotmail.com
La marcha de nuestro país a todas luces es deficiente, a pesar de las reiteradas ocasiones que se nos ha dicho que vamos bien, la realidad presenta otros datos. La crisis económica generada tanto por la pandemia como por la incapacidad del gobierno de implementar medidas efectivas para incentivar la economía, marcará una terrible desigualdad ocasionando graves problemas sociales.
La evidente crisis del sector salud por la falta de infraestructura e insumos que afecta no solo a los enfermos de covid-19, sino también la carencia de medicamentos contra el cáncer y otras enfermedades crónicas, la insuficiencia de vacunas para los niños recién nacidos, inclusive la protección propia del personal médico y de salud, acrecentarán los problemas de salud y mortandad sobre todo de los más necesitados. La corrupción rampante y el nepotismo dan señales de que la “mafia de poder” solo cambió de titulares pero que el pacto de impunidad continúa. Y si continuamos, la lista sería larga y dolorosa.
Más de lo mismo
El proceso electoral será el mismo al que estamos acostumbrados: campañas sucias dominadas por los escándalos y el golpeteo descalificador. Alianzas cuyo objetivo único es evitar la concentración de poder del partido mayoritario, aunque no presenten con claridad un proyecto alternativo de gobierno o de nación. Es decir, parece que la intención es quitar a los que están para poner a otros y que al final, todo siga igual. El problema no son los políticos de siempre con los mismos métodos y objetivos personales y partidistas, sino que todos nosotros permitamos que siga siendo lo mismo.
En este proceso electoral no podemos permitir que nada cambie, el poder de la decisión está en nosotros, ya no se trata de parcializar a la sociedad con preferencias partidistas, sino que debemos unirnos y exigir la mejor política puesta al servicio del verdadero bien común, como señala el Papa Francisco en la encíclica Fratelli tutti.
El esfuerzo debe ser de todos y no exclusivo de los políticos y sus partidos.
No podemos permitir que la política egoísta de siempre obstaculice la construcción de un mundo y una sociedad mejores. Y aunque la palabra y la acción política son denostadas en nuestro tiempo, tenemos que cuestionarnos: ¿puede funcionar la sociedad sin política?
Se requiere ampliar la visión
El Papa da una respuesta esperanzadora pero que tiene que ser trabajada por todos para concretarse en la realidad. “Necesitamos una política que piense con visión amplia”, una “sana política capaz de reformar las instituciones, coordinarlas y dotarlas de mejores prácticas, que permitan superar presiones e inercias viciosas”. El Magisterio de la Iglesia reconoce la caridad política como un elemento fundamental de la democracia. En efecto, solo de esta manera puede generarse la solidaridad que reconoce al otro como hermano y produce la amistad social.
En este entendido, se pueden generar procesos sociales que tiendan a alcanzar la justicia para todos. Es cierto que en un país jacobino como el nuestro hablar de caridad en la política no solo es raro sino inapropiado, y esto es algo que también la política de siempre nos ha privado como sociedad, recordemos que el mismo Jesús en el Evangelio (Mt 22,36-40) confirma que la caridad es la síntesis de toda la Ley.
La caridad, por lo tanto, es garante del bien común. Este proceso electoral no ofrecerá nada nuevo, es difícil que los políticos cambien cuando siempre han vivido de la misma manera. Es necesario que nosotros cambiemos para obtener una mejor política.