
Los gobiernos municipales estatal y federal disponían del tiempo suficiente para prever situaciones de emergencia y tenían la obligación de monitorear a cada instante la evolución del fenómeno pero no parece haberse hecho lo indispensable.
El Centro Nacional de Huracanes de los Estados Unidos informó a las 22:00 Hrs. la gravedad de la situación y la aproximación directa a Acapulco
Ignacio Román Morales*
El Semanario me extendió la siempre amable invitación a preparar un comentario editorial, esta vez para noviembre, con el fin reflexionar sobre el saldo de la administración de López Obrador.
En eso estaba cuando nos llegó el huracán Otis y devastó no sólo Acapulco sino una amplia región de Guerrero, especialmente de sus costas. Resulta difícil pensar en un balance de largo plazo en medio de la constatación de una tragedia llegada intempestivamente.
Las administraciones sexenales suponen temporales para evaluar discursos, proyectos, teorías y comportamientos reales de una serie de variables, mismas que asociamos a las capacidades y ópticas de los gobernantes. Sin embargo, las grandes crisis y los desastres, como el vivido en Guerrero, muestran lo súbito que pueden cambiar nuestras vidas, individual y colectivamente, ante un fenómeno mayor, como lo es un huracán o un terremoto.
Es frecuente el uso de la expresión “desastre natural” para referir situaciones como el paso del huracán Otis el 25 de octubre pasado. Sin embargo, también es frecuente la réplica a tal expresión: los fenómenos meteorológicos o de movimientos tectónicos son evidentemente naturales, pero cabría preguntarse si el daño que causan también es “natural” o si lo hemos causado los propios seres humanos.
HUBO DESDEN SOBRE LA INTENSIFICACIÓN DEL FENÓMENO
El Servicio Meteorológico Nacional efectuó el domingo 22 de octubre, a las 06 hrs. una primera referencia a
“Una zona de baja presión con potencial para desarrollo ciclónico localizada al sur de las costas de Chiapas”
(aviso 589). Ese mismo día, en su aviso 590 (18:00 hrs), el SMN ya se refería a la “tormenta tropical Otis”, aunque se preveía que no tocara tierra, la atención estaba centrada principalmente en el huracán Norma. Hasta las 18:00 del día siguiente se mantenía sólo un aviso de tormenta tropical (aviso 592). El día 24, a las 6:00 am en el aviso 593, el SMN señaló que Otis podría convertirse en huracán nivel 1. Ese día ocurrió lo inesperado: en 12 horas pasó de tormenta tropical a huracán nivel 4 (aviso 594, 18:00 hrs). Hubo desdén sobre la intensificación del fenómeno y, a las 18:00 ya era inminente que llegara a tierra unas horas después. El Centro Nacional de Huracanes de los Estados Unidos informó a las 22:00 hrs la gravedad de la situación y la aproximación directa a Acapulco. El Huracán tocó tierra poco después de medianoche, a las 00:25 del día 25.
Referirse al huracán implica desviarse del tema originalmente previsto para esta nota, pero las discusiones acerca de las previsiones, formas de atención y consecuencias, reproducen cabalmente lo vivido durante todo el sexenio: por una parte, la culpabilización total al proceder de los gobiernos federal, estatal y municipal de Acapulco (todos de Morena); por otra parte, la consideración de que el gobierno ha actuado correctamente, y no fue responsable de nada de lo acontecido, en todo caso, se ha actuado mucho mejor que como lo hacían los conservadores y neoliberales. En otras palabras, bajo un escenario totalmente distinto, se reproducen las posturas descalificadoras y apologéticas que se han advertido en todas las áreas de acción pública, incluidas las políticas económicas y sociales.


TUVIERON TIEMPO Y NO ACTUARON
En acuerdo con la crítica al actuar gubernamental caben diversas interrogantes y afirmaciones. Al menos el día 24 por la mañana, el SMN ya refería el potencial de huracán que tenía Otis, aunque no fuese a nivel 5. Los gobiernos municipales estatal y federal disponían, por una parte, del tiempo suficiente para prever situaciones de emergencia y, por otra parte, tenían la obligación de monitorear a cada instante la evolución del fenómeno. Inclusive, considerando el aviso de las 18:00 hrs, quedaban seis valiosísimas horas para mitigar las consecuencias. Aún después de las 22:00 hubiera podido efectuarse una evacuación inmediata de la población en mayor riesgo. Pero no parece haberse hecho lo indispensable.
En ese mismo sentido, la atención a las víctimas parece desarrollarse bajo un ambiente de “caja negra” que se ha prestado a múltiples rumores, posibles distorsiones de la información y ocultamiento de hechos. La centralización de la ayuda inmediata, en las fuerzas armadas y la multiplicación de la rapiña dan cuenta de un escenario extremadamente confuso, posiblemente asociado al caos que se esté viviendo en las zonas siniestradas.
LOS AVISOS DEL SMN PRUEBAN QUE HUBO ADVERTENCIA
No es que el gobierno mexicano no haya sido advertido, como lo prueban los avisos del SMN, pero cabe preguntarse… ¿No debería el SMN contar con atribuciones de autoridad directa en situaciones de riesgo inminente? ¿Por qué las decisiones fundamentales en situaciones de emergencia se centralizan en fuerzas armadas y no se comparten con las instancias expertas de salud, infraestructura y logista, sólo por citar algunas? Simplemente el tiempo empleado en seguir las cadenas de mando pudieron entorpecer posibilidades de acción inmediata ante la amenaza inminente.
Por el contrario, quedarse en la denostación resulta demasiado fácil y superficial. No es solamente una responsabilidad inmediata y coyuntural ni una cuestión estrictamente local o nacional.


Los riesgos de desastre están creciendo exponencialmente, junto con el aumento en la temperatura de los mares (principal explicación sobre la inaudita aceleración del ciclón tropical hasta el nivel 5) y la acumulación de contaminantes.
Esto es responsabilidad de las pocas empresas gigantescas y de los grupos de poder económico exorbitante que son responsables de la mayor parte de tal contaminación. El saqueo de las riquezas naturales, la conversión del planeta en el “inmenso depósito de porquería”al que refería el Papa Francisco en la Laudato Sii y la primacía de las grandes utilidades corporativas sobra cualquier otra consideración, exponencian el riesgo global. Gran parte del mundo se encuentra crecientemente expuesto.
PARAISO TURÍSTICO EXPLOTADO
Tampoco es sólo un resultado de la acción o inacción de los gobiernos en turno. Acapulco es uno de los grandes ejemplos de “paraísos turísticos” explotados hasta la saciedad por un grupo de poder monopólico y oligárquico hasta destruirlos, dejando infraestructura deteriorada, poblaciones empobrecidas, escenarios de violencia creciente y el traslado de las inversiones hacia la construcción de nuevos “paraísos turísticos” rápidamente “ordeñables”. ¿No tiene nada que ver el declive turístico y económico de Acapulco desde hace décadas, asociado a la violencia e inseguridad en que ahora vive, con su vulnerabilidad?
La atención que merece la población afectada no es, desgraciadamente sólo para lo más inmediato. En una gran ciudad que depende casi totalmente del turismo y que ahora tiene su infraestructura turística destruida, la necesidad de atención se prolongará por años, habrá un posible éxodo poblacional y la “ley de la Selva” se puede acrecentar.
La responsabilidad del gobierno y de nosotros, como sociedad, apenas inicia.
Una última pregunta: ¿Cuántos “Acapulcos” debemos experimentar por todo el mundo antes de concebir a la economía de otra manera?

*Dr. en Economía. Académico del Iteso iroman@iteso.mx
