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Sergio Padilla Moreno

Hoy hago este escrito como laico hijo de la Iglesia, pero con sentimientos encontrados: dolor, gozo y esperanza. El dolor viene de escuchar las posturas de muchos jóvenes en mis clases cuando comparten que se sienten cada vez menos identificados con la Iglesia, aunque en lo más profundo de sus corazones hay un anhelo de búsqueda de sentido espiritual para situarse frente a un mundo cada vez más deshumanizado y deshumanizante. Frases como “creo en Dios, pero no en la Iglesia” o “Creo en Jesucristo, pero no voy a Misa”, son recurrentes. 

Al momento de indagar qué es lo que les repele o no les gusta de la Iglesia comentan, entre las razones más comunes, que la sienten lejana a causa de discursos excesivamente moralistas y desencarnados de la realidad, demasiado preocupada por su dimensión institucional, el tema de los escándalos ya muy conocidos, etc. Una joven me decía en un trabajo: “Considero que la Iglesia está respondiendo a preguntas que la gente no se está haciendo actualmente.”

Analizar las razones y sinrazones de este desencanto exigen mucho discernimiento y análisis humilde y profundo. Recuerdo las claras y valientes palabras del P. Armando González Escoto, en un artículo de su autoría titulado “La línea de flotación”, publicado el 17 de diciembre de 2020 en el Semanario, donde comparaba a la Iglesia con un barco y decía: “… una tripulación donde todos quieren mandar o donde nadie hace caso, o donde los marinos menos capacitados son los que tienen que hacer las reparaciones, siguiendo manuales anticuados y mal entendidos, no logrará sino seguir hundiendo la averiada nave, por mucho que parezcan hacer por mantenerla a flote.” Creo que la analogía del P. Armando nos invita a reflexionar con corazón humilde y sincero nuestra acción y presencia como Iglesia en el complejo mundo de hoy.

Ahora bien, lo que me llena de gozo y esperanza es la nueva Constitución Apostólica «Praedicate Evangelium», promulgada por el Papa Francisco el pasado 19 de marzo y por la que se reforma el funcionamiento y la misión de la Curia Romana. El asunto podría parecer algo muy lejano para nosotros, pero es una reorganización de la dimensión institucional de la Iglesia para ponerla en condiciones de servir mejor en medio de este mundo complejo y convulso.

El símil que se me ocurre como clave de lectura para comprender el sentido de esta Constitución es comparar lo que quiere el Papa con lo que configura de fondo la calidad de una orquesta sinfónica, que es cuando todos los músicos, sin importar la sección instrumental donde toquen, aporten su talento y trabajo al servicio de la música escrita en la partitura. Para la Iglesia, la partitura es el Evangelio que hay que predicar y anunciar con claridad y coherencia al mundo, en armonía desde los carismas y talentos de todos sus miembros, dejándonos guiar por el director orquestal, que en este caso es el Espíritu Santo y así llevar la música del Evangelio a todos los rincones del planeta.

El autor es académico del ITESO, Universidad Jesuita de Guadalajara – padilla@iteso.mxSi deseas conocer más sobre el tema escanea el código QR, aparecerá el video: Francisco culmina la reforma de la Curia con nueva Constitución.

@arquimedios_gdl

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