Lupita:
Están anunciando por todos lados que ya es inminente un apagón en la tierra y desastres naturales. Dicen que está en una carta de la Virgen de Fátima y que debemos guardar alimentos y agua. Muchas personas están apanicadas guardando comida y víveres. ¿Cómo podemos afrontar esto?
Nayeli D.
Hermana mía, Nayeli:
Numerosas veces en la historia se ha anunciado el fin del mundo, y aún seguimos aquí.
Jesucristo es el autor de la esperanza.
(recuadro)
Juan Pablo I reflexionaba así:
La esperanza es la virtud obligatoria para todo cristiano, nace de la confianza en tres verdades:
Dios es todopoderoso
Dios me ama inmensamente
Dios es fiel a Sus promesas
Y es Él, el Dios de la misericordia, quien enciende la confianza en mi; por lo tanto no me siento solo, ni inútil, ni abandonado, sino involucrado en un destino de salvación.
Todo anuncio de la venida inminente de Jesucristo, ha de llevarnos a la renovación del corazón, ¡a querer ser santos! El Papa emérito Benedicto XVI nos explicó que la santidad no consiste en no equivocarse o no pecar nunca. La santidad crece con la capacidad de conversión, de arrepentimiento.
La Virgen María en todas sus advocaciones y apariciones nos recuerda lo que nos dijo ya en las Sagradas escrituras:
“hagan lo que Él les diga” ( Jn. 2, 5). El mejor lugar para hacer acopio de alimentos es la casa de los pobres; la mejor actitud que debo tener ante la “amenaza” del final de mi vida es desear estar con el alma preparada. Querer la misericordia de Dios es darla yo a mis hermanos.
La angustia disminuye cuando experimentamos el amor de Dios. El Padre José P. Manglano explicaba recientemente cómo es el amor de Dios y usó una metáfora que erizó mi piel.
Decía que así como un submarino navega el océano resistiendo una poderosa presión atmosférica que ejerce el agua sobre él, nosotros los hombres caminamos por esta vida rodeados del amor de Dios que quiere entrar en nosotros si libremente se lo permitimos.
En el caso del submarino, basta una pequeñísima fisura para que el mar entre con todo su poder y le inunde por completo hasta hacerle explotar. Del mismo modo, si abrimos el alma a Jesucristo, Él entrará con tal fuerza que provocará una explosión de amor en nuestro interior.
Que no se llene tu corazón de pánico, sino del amor de Dios.
Lupita Venegas/Psicóloga
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