“Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios” (Mt 5,8).
A la consecución de la santidad de vida se asocia la virtud de la castidad que se relaciona con la pureza, la virtud de la templanza y la continencia, fruto del Espíritu Santo. La pureza no se refiere solamente a la moderación de los impulsos de tipo sexual, sino a la integridad de la persona que protege su intimidad con el pudor y así nos revela la verdad, dignidad y grandeza de su ser.
Varios santos y santas de la pureza nos han dejado ejemplo de entereza y de victoria ante sus múltiples combates.
Santos de la pureza



San Bernardo de Claraval, en el siglo XII, fue fuertemente acosado por la tentación de la impureza, librando, con la gracia de Dios, muchas batallas. En una ocasión tuvo que tirarse al hielo para apagar sus pasiones.
San Luis Gonzaga es considerado el santo de la pureza. Religioso jesuita, se esmeró en cuidar su mirada y alcanzar dominio sobre sus sentidos para darle las riendas a su alma. Estando en la flor de su edad dio admirable muestra del poder de la gracia en una vida intachable y de honda caridad.
Santa María Goretti, en pleno siglo XX, adolescente italiana, no cedió a los deseos impuros de su novio que quiso a toda costa deshonrarla contra la voluntad de esta virgen que se convirtió en mártir de la pureza a los doce años. Su verdugo fue después testigo de la canonización de su pretendida.
En fin, ayudados de la gracia sobrenatural, con la ayuda de María Inmaculada y de San José, castísimo, muchos hombres y mujeres se han esforzado por hacer creíble el don del amor expresado en una vida íntegra y limpia.
La teología del cuerpo, desarrollada ampliamente por San Juan Pablo II, impulsa fuertemente el estado del hombre originario que gozaba de la unidad originaria, la soledad y desnudez del Edén experimentada por nuestros primeros padres, como meta que perseguir en un mundo dominado por el hipererotismo, por la banalización de la sexualidad, por la promiscuidad y por la profanación de la santidad del matrimonio y su uso.
Enseñanzas sobre estos
santos de la pureza:
- El dominio del alma sobre el cuerpo es posible con una vida de disciplina, de templanza, que da al hombre libertad, paz y energías para amar ordenadamente.
- El combate espiritual librado por la tentación de la pureza hace al hombre más fuerte.
- Apostar por la pureza en nuestros días es signo de heroísmo y una elección que predispone al hombre a retornar a su estado originario que le permite gozar de la amistad con Dios sin dificultad.