Karime Ramos Godoy
“(…) nuestra incapacidad para pensar seriamente en las futuras generaciones está ligada a nuestra incapacidad para ampliar los intereses actuales y pensar en quienes quedan excluidos del desarrollo (…) Por eso <<además de la leal solidaridad intergeneracional, se ha de reiterar la urgente necesidad moral de una renovada solidaridad intrageneracional.>>” (Papa Francisco, Laudato si, 162)
Cuando nos invitan a algo que llama nuestra atención o nos interesa personal o profesionalmente, no tardamos ni un segundo, no escatimamos y no dudamos, siempre estamos dispuestos a colaborar. Incluso cuando nos piden apoyar a causas de caridad, apoyamos y, hasta nos damos el lujo de “sentirnos” mejores personas por ser caritativos, por dar algo, usualmente material.
Pero cuando el medio ambiente nos pide, “dejar de hacer”, “cuidar”, “respetar”, “trabajar” por algo de lo que quizá no veré frutos o, cuando nos pide detener una actividad porque daña al “otro” (lo vea o no), entonces, la situación toma otro tono. Ya no nos parece tan sencillo.
Cuando algo nos requiere esfuerzo y cambios es cuando las cosas se complican; los cambios que nos exige el medio ambiente son urgentes e importantes ya que sin ellos no seremos capaces de ver, en algunos años, la vegetación, no podremos respirar y mucho menos podremos formar una familia y dejarles un mejor futuro en el planeta si no comenzamos a re-educarnos respecto de nuestro actuar solidario en el cuidado del medio ambiente.
La solidaridad en materia ambiental debe manifestarse en estos cambios activos e inmediatos, en aprender a responsabilizarnos de nosotros mismos y a cuidar lo que es de otros; no porque me lo pidan o exijan, sino por tener la conciencia y decencia humana de que el otro tiene derechos y que, además, después de nosotros vendrán otras generaciones que no tienen la culpa que de nuestra falta de solidaridad y responsabilidad. “En medio de tanto egoísmo, de tanta indiferencia – ¡cada uno a lo suyo! -, recuerdo aquellos borriquitos de madera, fuertes, robustos, trotando sobre una mesa… –Uno perdió una pata. Pero seguía adelante, porque se apoyaba en los otros. (San Josemaría Escrivá, Forja, 563).