“Elige algunos santos particulares, cuya vida puedas saborear e imitar mejor, con cuya intercesión tengas una especial confianza”.
San Francisco de Sales (La Filotea, cap. XVI)
Pbro. Adrián Ramos Ruelas
Quién iba a decir que el que anotaba esto en una de sus obras, después sería invocado él mismo como santo. Llamado “el santo de la amabilidad”, este gran hombre, de carácter colérico, aprendió a dominarse hasta alcanzar aquella suavidad y mansedumbre, propia de Jesús, nuestro Maestro: “Aprendan de mí que soy manso y humilde de corazón” (Mt 11,29b).
Nuestro santo francés nació en el Castillo de Sales, en Saboya, Francia, el 21 de agosto de 1567. Fue bautizado al siguiente día con el nombre de Francisco Buenaventura. Fue enfermizo desde pequeño. Su madre fue profundamente piadosa. Él siguió desde muy temprana edad el camino de la fe con notable fervor. Hizo estudios eclesiásticos.
Fue ordenado sacerdote y consagrado Obispo. Realizó su misión episcopal en Ginebra, Suiza.
Se destacó como director espiritual de Santa Juana Francisca de Chantal, fundadora de la Orden de la Visitación, con quien entabló una profunda amistad. Fue famoso también por su correspondencia para edificar las almas.
Vivió en un ambiente de mayoría protestante (calvinista). Ahí se dedicó a difundir la doctrina católica. Presentaba la verdad de manera atractiva, sin herir a nadie. Es considerado patrono de los periodistas católicos.
Entre sus principales obras destacan la Introducción a la vida devota, conocida normalmente como la “Filotea”, altamente recomendable. Otro libro famoso fue “Las controversias” y el Tratado del Amor de Dios (Teótimo).
Es uno de los primeros pastores en promover la santidad de los laicos en las realidades temporales en las que están inmersos, adelantándose con mucho al Concilio Vaticano II que devuelve el lugar protagónico de la misión a los laicos en comunión con sus pastores, en virtud de la gracia bautismal.
Murió el 28 de diciembre de 1622 en Annecy, Francia.
Fue beatificado por Alejandro VII en 1661 y canonizado en 1665 por el mismo Papa. Fue también declarado Doctor de la Iglesia.
¿Qué podemos aprender de este santo?

- Su dominio personal. Venció con esfuerzo y disciplina su temperamento iracundo hasta llegar a ser un hombre pacífico.
- Su profunda fe católica, que lo llevó a divulgar la belleza de la doctrina en un ambiente protestante adverso.
- Su capacidad de diálogo. Fue un hombre diplomático que sabía conversar con todos y ganarlos para Cristo.