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Pbro. Adrian Ramos Ruelas

Nuestros mártires mexicanos son un ejemplo de vida sacerdotal entregada que inspiran a los sacerdotes de hoy a entregarnos por un pueblo que necesita la presencia de un pastor en épocas de especial dificultad. Muchos hermanos nuestros se están entregando totalmente y algunos han dado la vida a causa de la pandemia presente al buscar los auxilios espirituales para los moribundos.

José Isabel Flores Varela nació en Santa María de la Paz, de la parroquia de San Juan Bautista del Teúl, Zacatecas, el 28 de noviembre de 1866, donde fue bautizado. Recibió la confirmación en Tlaltenango.

En 1887 inició estudios en el Seminario de Guadalajara. Obtuvo varios diplomas y figuró entre los alumnos más distinguidos. Fue ordenado presbítero el 26 de julio de 1896. Se destacó en sus pocos destinos como un hombre de oración constante. Celebraba con mucha devoción la Santa Misa. Su rectitud le ganó el respeto y aprecio de la gente.

Fue párroco de Matatlán, Jalisco. Por 26 años derramó la caridad de su ministerio ahí, siendo un padre bondadoso y abnegado que los edificó con su pobreza, su espíritu de sacrificio, su piedad y su sabiduría.

Un antiguo compañero, a quien el padre había protegido, lo denunció ante el cacique de Zapotlanejo y fue apresado el 18 de junio de 1927, cuando se encaminaba a una ranchería para celebrar la Eucaristía. Fue encerrado en un lugar degradante, atado y maltratado; el cacique le hizo escuchar música al mismo tiempo que le ofrecía: “Oye, qué bonita música, si afirmas acatando las leyes, te dejo en libertad”. Sin alterarse, el mártir le expresó: “Yo voy a oír una música mejor en el cielo”. El padre cumplía la palabra expresada varias veces: “Antes morir que fallarle a Dios”. El 21 de junio de 1927 fue conducido, en la noche, al camposanto de Zapotlanejo. Intentaron ahorcarlo pero no pudieron. Ordenó el jefe que le dispararan, pero el soldado que reconoció al sacerdote que lo había bautizado se negó a hacerlo; entonces, enfurecido el verdugo, asesinó al soldado. Misteriosamente las armas no hicieron fuego al padre Flores, por lo que uno de los asesinos sacó un gran cuchillo y degolló al valeroso mártir.

¿Qué podemos aprender de este santo?

  1. Su rectitud. Se distinguió por ser un hombre correcto y respetuoso.
  2. Su gran amor a Jesús Eucaristía. Celebraba con mucha devoción.
  3. Su grandeza de carácter y alto espíritu de sacrificio.

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