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Pbro. Adrián Ramos Ruelas

El 1º de mayo, Día del Trabajo, la Iglesia celebra a San José, modelo de los obreros. Esta fiesta litúrgica fue agregada al calendario por el papa Pío XII, en 1955, quien declaró lo siguiente: “Nos complace anunciarles nuestra determinación de instituir  -y de hecho instituimos- la fiesta litúrgica de San José Obrero, asignándola al primero de mayo. ¿Están complacidos con éste, nuestro regalo, queridos obreros? Estamos seguros de que sí, porque el humilde obrero de Nazaret, además de encarnar delante de Dios y de la Iglesia la dignidad del obrero manual, es siempre el próvido guardián de ustedes y de sus familias”.

El trabajo es un medio de santificación. Muchos lo podemos ver como un castigo. Ciertamente, en el libro del Génesis, el primero de la Biblia, encontramos cómo Adán, tras la expulsión del paraíso al haber transgredido el mandato de Dios, recibe como castigo ganar el pan con el sudor de su frente (cf. Gn 3,19).

Sin embargo, Jesús, hombre trabajador y diligente, le dio un nuevo significado al trabajo al realizarlo en vistas a su misión de salvar a la humanidad. Él aprendió de José, su padre en la tierra, a valorar el trabajo y dignificarlo, reivindicando su lugar.

Sabemos que el trabajo beneficia a la persona, a la familia y a la sociedad. El trabajo no siempre es fácil y agradable. Un día de trabajo exhaustivo puede minar la mente, el cuerpo y el alma. Algunas veces puede resultar sumamente  pesado. Jesús, como carpintero, lo sabía por experiencia propia. Él ofrece consuelo a todos los que se ganan la vida con el sudor de su frente. Él nos enseñó también que el trabajo es honorable y agradable a Dios. No era ni Él ni San José adicto al trabajo. Aprendió cuál es el lugar que debe ocupar dejando tiempo valioso para la familia, la recreación y el descanso. San José perteneció a la clase obrera y experimentó personalmente el peso de la pobreza en sí mismo y en la Sagrada Familia, de la que era padre solícito y abnegado, nos dice el papa Pío IX. Es un modelo a seguir para todos aquellos que trabajan también por conseguir la salvación de las almas.

¿Qué podemos aprender de San José Obrero?

  1. A hacer de nuestro trabajo un servicio y verlo como medio de santificación.
  2. A ser honestos, responsables y diligentes en nuestro empleo por sencillo, humilde o poco reconocido que sea.
  3. A contribuir a la economía personal y familiar para que los demás se puedan beneficiar de lo que recibimos como salario.

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