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Sergio Padilla Moreno

Hace algunos años, les pedí a un grupo de jóvenes preuniversitarios que acompañaba en su preparación para recibir el sacramento de la Confirmación, que preguntaran a sus papás, hermanos, familiares y amigos cercanos el significado del adviento para ellos. En la dinámica en la que recogimos lo que indagaron aparecieron, en su mayoría, palabras como: fiestas, posadas, dulces, vacaciones, alegría, preparación a la navidad, adornos, luces, etcétera. Sí llegó a salir alguna mención de que el adviento es la preparación al nacimiento Jesús, pero esta realidad quedaba un tanto sepultada debajo de lo anterior. Es entonces que tomé como propuesta que nos fijáramos en la figura de María como alguien que vivió el más importante adviento de la historia. El Evangelio de Lucas nos muestra a la madre de Jesús en una dimensión contemplativa, cuando nos dice que ella “guardaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón” (Lc 2, 19.51) Los mismos chicos y chicas que reflexionaban en la actitud de María descubrieron que el adviento es una época, si bien de esperanza y gozo, es también un tiempo de preparación para viajar a nuestro interior y preparar el lugar donde en nosotros nacerá el Niño Dios.

El adviento es, entonces, un camino que nos invita a la mística, entendida, según lo explica el P. Chema Álvarez MSC, en “descubrir y vivir la Vida (Dios) que está presente en cada ser, en todo lo que Él ha creado. Y para ello no hay más remedio que poner en juego las capacidades de captación y reflexión, de descubrimiento y progreso, con que la Vida nos ha bendecido, pues esa es su finalidad.” Santa Teresa de Ávila se refiere a este proceso de descubrimiento y vida como un viaje hacia el propio castillo interior en su obra Las Moradas, la que el P. Juan Antonio Marcos OCD explica como “un viaje interior que termina por llevarnos a un mundo diferente.”

Para acercarnos visualmente a un proceso que implica una experiencia más que una conceptualización racional, les invito a ver el extraordinario corto Alike, donde a base de dibujos animados se nos presenta una conmovedora historia de un padre e hijo (que podrían ser imagen de nuestro propio interior), que descubren, en el centro de una ciudad aburrida y gris, un pequeño prado donde hay vida y color. En la medida en que estos personajes se atreven a salir de lo convencional y los “valores” establecidos por una sociedad aplastante y masificadora, llegan a experimentar, en lo profundo, algo que se podría comparar a lo que nos invita San Ignacio de Loyola buscó en sus Ejercicios Espirituales: romper las ataduras interiores que nos impiden ser verdaderamente libres para amar y para ir más allá de las ideologías, de las buenas intenciones, de las emociones pasajeras y saborear una verdad gozosa que permanece.  (Cfr. https://espiritualidadignaciana.org/ejercicios/)

padilla@iteso.mx

Alike short film

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