Sergio Padilla Moreno
El pasado 1º de octubre murió uno de los hombres más brillantes que ha dado México en la época contemporánea, me refiero a Miguel León-Portilla, insigne filósofo, filólogo e historiador, cuyo trabajo y aporte a la cultura mexicana merecen el mayor y más simple de los elogios: un hombre que pasó haciendo el bien. Entre las muchas contribuciones hechas a lo largo su vida, está el haber valorado a profundidad a las culturas indígenas de Mesoamérica, tanto del pasado, como del presente. León-Portilla nos hizo ver que estos hermanos nuestros no deben ser vistos como meros adornos folclóricos o seres de museo, sino culturas muy desarrolladas en cuanto a sabiduría, visión del mundo y amor por la tierra. Cuando en su magnífico libro La filosofía náhuatl (UNAM, 1983) aborda el tema del arte, León Portilla no dice: “Quien haya leído con detenimiento los textos poéticos nahuas, podrá entrever la posibilidad que ofrecen para ir precisando poco a poco el sentido y las categorías propias del arte indígena. No aplicando a priori los cánones occidentales, sino descubriendo sus moldes e implicaciones propias, gracias a la lingüística, la filología, la arqueología y el estudio integral de la cultura, es como podrá uno acercarse al arte maravilloso de los nahuas.”
Hoy en día el tema de la valoración de las culturas indígenas está en la palestra del discernimiento de la Iglesia. Papa Francisco dijo en el mensaje de apertura de la Asamblea Especial del Sínodo de los Obispos para la Región Panamazónica: “nos acercamos a los pueblos amazónicos en punta de pie, respetando su historia, sus culturas, su estilo del buen vivir, en el sentido etimológico de la palabra, no en el sentido social que tantas veces le damos, porque los pueblos poseen entidad propia, todos los pueblos, poseen una sabiduría propia, conciencia de sí, los pueblos tienen un sentir, una manera de ver la realidad, una historia, una hermenéutica y tienden a ser protagonistas de su propia historia con estas cosas, con estas cualidades. Y nos acercamos ajenos a colonizaciones ideológicas que destruyen o reducen la idiosincrasia de los pueblos.”
En línea de lo anterior el teólogo brasileño Leonardo Boff se refiere a los pueblos originarios como quienes “hablan dentro del paradigma de la gran tradición de la humanidad (de los espíritus y de la vida en las selvas, en los ríos, en toda la naturaleza) que se combina bien con la visión de la nueva cosmología y la biología que entrevén la vida y el espíritu que se muestran en niveles propios en todos los seres.”
Sin duda que el mejor homenaje que podemos hacerle a León-Portilla es ver a los ojos a nuestros hermanos indígenas, con la misma emoción y respeto con el que él los vio a lo largo de su vida.
Crónicas y relatos de México a dos voces – Herencias presentes del mundo prehispánico