Durante la Misa dominical el Cardenal Robles Ortega dijo que los acontecimientos que estamos viviendo deben hacernos reflexionar para disfrutar de la vida y la dignidad de ser hijos del Dios.
Sonia Gabriela Ceja Ramírez
Por segundo domingo consecutivo, el Cardenal José Francisco Robles Ortega, Arzobispo de Guadalajara, celebró la Misa a puerta cerrada en la Catedral Metropolitana, atendiendo las indicaciones de las autoridades sanitarias de cancelar las misas y reuniones que congreguen a cierta cantidad de personas.
Durante la homilía el señor Cardenal se refirió a la liturgia del día. Dijo que la Palabra de Dios nos presenta a Jesús como el único capaz de dar la vida a quien cree en él.

Dijo que las lecturas nos indican que sólo la fuerza del Espíritu hace florecer la esperanza.
Explicó que el hombre es impotente ante la fuerza de la muerte, “lo estamos comprobando ante este mal que nos aqueja últimamente” y ante la situación de pandemia que estamos viviendo a nivel mundial, destacó la lucha que en cada momento libra el personal sanitario y los científicos que buscan una vacuna en el afán de salvar vidas.
Pero aún con todos los esfuerzos, el hombre queda impotente ante la fuerza de la muerte, y sólo le queda llorar ante el difícil trance por la pérdida de vidas humanas.
Refiriendo el Evangelio de San Juan (Juan 11, 1-45), en el que se narra la muerte y posterior regreso a la vida de Lázaro. Dijo que Cristo es presentado como la Vida, “quien acoge a su Palabra, quien acoge a su persona es capaz de vencer definitivamente a la muerte. Cristo es la vida, quien lo reconoce a Él y quien acepta su Palabra, está en posibilidades reales de vencer a la muerte”, enfatizó, pero dijo que los distintos actores que aparecen en este pasaje del Evangelio son invitados por Jesús a dar el paso de la fe que implica reconocer a Jesucristo como la resurrección y la vida, reconocer a Jesucristo como el Dios de la vida.
Dijo que Jesús le ordena a Lázaro: sal fuera de la muerte y del pecado, ven a la vida, y añadió que la resurrección de Lázaro es un signo de la nueva creación en el bautismo, de la nueva alianza anunciada por el profeta Ezequiel.

Asimismo, añadió que “el bautizado participa de la vida plena en Jesucristo, del triunfo de Jesucristo sobre la muerte y de la plenitud de la vida en la resurrección de Nuestro Señor Jesucristo.
“El que es bautizado está destinado por la fuerza del Espíritu, a contribuir a la vida y a desechar todo aquello que signifique amenaza a la vida, que signifique muerte.
“Cuando los bautizados no entendemos nuestra vocación y nuestro compromiso de servir a la vida surge lo que todos sabemos, conocemos y lamentamos: el terrorismo, la delincuencia común, la carrera armamentista; el gravísimo tema de la producción, la comercialización y del consumo de la droga, con todo lo que esto implica, un daño severo, gravísimo a la vida de las personas, especialmente aquellas que la consumen. Un daño grave a las familias con una consecuencia de muerte.
“La desaparición de personas, la trata de personas, el tráfico de órganos, el aborto, el abandono de los niños y ancianos en tanta y grave necesidad; la marginación, la violencia… El amor y la amistad traicionados”.
Añadió que todo este dolor es producido por nosotros mismos cuando no reconocemos nuestra vocación a la vida, y enfatizó que como humanidad, ante la muerte somos impotentes y solo nos resta llorar.
“Ojalá con toda humildad ante los acontecimientos que estamos viviendo a nivel mundial, reflexionemos y retomemos nuestra vocación y nuestro destino que es servir a la vida, hacer florecer a la vida. Hacer fructificar la vida humana”.
Cardenal José Francisco Robles Ortega

“Que este acontecimiento haga reflexionar a nuestras autoridades a todos los niveles, a todos los grupos sociales, a todas las familias, a cada individuo, a cada persona, nos haga reflexionar en nuestro Dios, el que nos hizo, pues el que nos puso en esta vida es un Dios de vida, no de muerte.
“Él quiere la vida para sus hijos y no después de nuestra muerte, la quiere desde ya, que la comencemos a construir y la comencemos a disfrutar día a día, cada hora, cada momento; que seamos trabajadores por la vida, y que disfrutemos la vida y la dignidad de ser hijos del Dios de la vida que resucitó a Jesucristo de entre los muertos y que nos ha hecho partícipes a todos”, finalizó.