Pbro. Armando González Escoto
Por numeroso que sea un conglomerado social, su fuerza colectiva no puede emplearse si no es por medio de líderes.
La naturaleza misma ha provisto a la sociedad de líderes, es decir, de personas que ya nacen con la capacidad, con el don y la vocación de ejercer el liderazgo, se entiende, en orden al bien común. Con la evolución de la humanidad, la misma sociedad que produce líderes genera también recursos y sistemas que den a ese liderazgo natural las herramientas adecuadas para su ejercicio.
A la luz de nuestra historia como país, hemos tenido siempre líderes porque no hay sociedad que carezca de ellos, pero no siempre quienes tienen la capacidad de liderar, lo hacen para favorecer a la comunidad, con demasiada frecuencia los líderes se dejan corromper, o por el poder o por el dinero, usando su don en favor de intereses no sólo ajenos, sino hasta perjudiciales para la sociedad.
No hay líder más peligroso y nefasto que el líder corrupto y simpático, que ejerce una conducción paternalista pero siempre fatal, de estos “guías” hemos tenido de sobra en los partidos políticos, en las organizaciones sindicales, en las asociaciones académicas, en las universitarias, en los gobiernos de los tres niveles, y hasta en las agrupaciones religiosas.
Ante esta escala de corrupción incesante de todo liderazgo, la sociedad reacciona de tiempo en tiempo y busca oponer nuevos liderazgos -ahora llamados “civiles”- e incluso funda nuevos partidos que se presentan como movimientos, sean “ciudadanos” o de “regeneración nacional”, pero antes de lo que uno se lo imagina, ya se corrompieron e hicieron de sus liderazgos una copia más de los ya bastante bien conocidos.
En el entretanto, la sociedad mexicana sigue a la deriva, jalonada por líderes torpes o convenencieros, comprados o en venta, tímidos o acobardados, todo lo cual hace de la gente un cuerpo vulnerable, incapaz de organizarse y exigir resultados concretos con fechas concretas o de lo contrario, consecuencias legales drásticas.
Dígase para el caso de los cientos de personas con algún familiar desaparecido, dígase de los miles de personas afectadas por epidemias que pudieron evitarse, dígase de sociedades que deben pagar por obras muy costosas, malhechas y hasta la fecha inútiles y riesgosas como la Línea 3 del Tren Ligero, dígase de la polución de las cuencas, del drama del río Santiago y del lago de Chapala.
Sin duda que necesitamos líderes capaces de organizar a la sociedad en un sentido positivo, de compromiso y colaboración; también para la demanda de justicia y honestidad; líderes que sepan movilizar a la gente, no para originar nuevos conflictos a la gente, como son los bloqueos a las redes de comunicación, sino para establecer acuerdos y soluciones con fechas específicas y no nuevas dilaciones; pero, ¿quién o quiénes están hoy día trabajando por la construcción de esos nuevos liderazgos, y con qué garantía de que no se corromperán?