Salvador Y. Maldonado Díaz
La herencia ancestral del sistema milpa, un legado agrícola indígena que supone combinar el cultivo de maíz, frijol y calabaza (incluso chile) en una misma parcela surge como alternativa ante el uso indiscriminado de insumos sintéticos en las prácticas culturales, sobre todo en granos y hortalizas.
Recientemente el fértil valle de Autlán de la Región de la Sierra de Amula ha exhibido los excesos del uso irresponsable de los plaguicidas agrícolas. Esto ha originado que los residuos de estos productos causen problemas en la salud humana.
Esto ha originado que a más de 300 estudiantes menores de edad de las poblaciones de Ahuacapán y El Mentidero, municipio de Autlán, se les haya detectado en la sangre y orina presencia de plaguicidas tóxicos, según información difundida por académicos, luego de las investigaciones formales al respecto.
Afortunadamente en esta misma región, hay otras acciones destacables encaminadas a darle un rostro humano a la actividad agrícola. Y es que con el fin de promover alternativas rentables y sustentables se está impulsando el sistema milpa que implica la producción de maíz acompañado de chile, frijol y calabaza en la misma parcela, una técnica prehispánica ancestral que facilita la restauración de los terrenos agrícolas y reducir el consumo de insumos sintéticos.
Como ejemplo de lo atractivo de este modelo productivo, el técnico de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural de Jalisco (SADER), Domingo Huerta Aréchiga, destacó que el frijol producido bajo este esquema al tener gran demanda comercial origina ingresos muy atractivos que hacen rentable al modelo al añadirse también los ingresos obtenido por el maíz, el chile y la calabaza.
Al respecto, este agrónomo señaló que el año pasado “el frijol berrendo al productor se lo llegaron a comprar a 50, a 55 y hasta 60 pesos el kilogramo. En el mercado andaba hasta 75. El berrendo que no lo hay, porque prácticamente tienen poquito anda hasta 90 pesos el kilogramo. Vamos diciendo en ese mejor momento a 50 pesos el kilo, el costo de producción por hectárea, te puede andar en todos los cultivos, tanto en maíz, frijol, la calabaza,, chile y garbanzo alrededor de 25 o 30 mil pesos (incluido el garbanzo) . Así que con media tonelada (de frijol), si tiene precio, alcanzas a pagar los costos de producción” y los demás ingresos son ganancia.
También resaltó que se han comprobado los beneficios de este modelo en la conservación de los suelos y en aumentar la fertilidad de éstos; y también para reducir el empleo de insumos químicos al aprovecharse las malezas secas en vez de quemarlas; y de utilizar compostas de origen animal como fertilizantes.
De acuerdo estudios realizados, detalló que al acumularse los ingresos por el maíz y el frijol, más la calabaza y el chile, se pueden ingresos de hasta 42 mil pesos por hectárea, frente a un costo de producción de 16 mil 600 pesos (sin incluir al garbanzo), lo que trae una utilidad de 25 mil 400 pesos en beneficio del productor. Además de que se tiene la opción de sembrar garbanzo durante el ciclo de invierno, si lo permite la humedad residual que se quede después del periodo de lluvias.
Este paquete tecnológico promovido por la SADER, tiene un soporte de conocimiento que ha sido investigado por expertos, entre estos figuran técnicos de la Universidad de Guadalajara que han avalado sus ventajas.
En el paquete tecnológico figura el uso de semillas de maíz mejoradas, preferentemente de ciclo corto, de porte intermedio bajo y de hojas angostas semierectas. También se proponen variedades mejoradas de frijol de tipo arbustivo, no de plantas enredadoras, resistentes a enfermedades y de buen rendimiento, como azufrado bolita (tipo peruano bola), cuarenteños de tipo cacahuate o japonés y el berrendo UDG del tipo bayo berrendo, de gran demanda en varias regiones de Jalisco, como el caso de Autlán.
Patrimonio mundial agrícola
Las recomendaciones técnicas también suponen el uso de 33 mil semillas de maíz por hectárea y de 153 mil de frijol. Supone un volumen reducido de herbicidas y de fertilizantes sintéticos.
El Gobierno Federal ya presentó ante la FAO la iniciativa de que el Sistema Milpa sea reconocido como patrimonio agrícola mundial. Esto contempla al esquema productivo del Estado de Yucatán.
Algunos de los pesticidas y herbicidas encontrados en la producción de hortalizas en el valle de Autlán están catalogados como ligera o moderadamente tóxicos, y se les considera como posibles generadores de cáncer, Parkinson positivo y alteradores del equilibrio hormonal ante la exposición frecuente. También alteran el sistema nervioso, provocan problemas de aprendizaje, hiperactividad y daño en órganos como riñón, hígado y pulmones.
Glifosato. Actúa para controlar malezas; su uso es extendido en el mundo, pero a partir de 2023 estará prohibido en Alemania. Y Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), está considerado como un agente probablemente cancerígeno, actúa como disruptor endocrino y es tóxico para la reproducción; contamina suelos, agua y afecta a otros seres vivos, de acuerdo con la Agencia Internacional de Investigación sobre el Cáncer.
2,4-D. Es un herbicida para maleza de hoja ancha que desde 2016 ha sido prohibido en Argentina. Ha estado ligado con cáncer como el sarcoma de tejidos blandos, con el desarrollo esquelético anormal de fetos y con alteraciones endocrinas.
Picloram. Controla maleza de hoja ancha. Según el Manual de Plaguicidas de Centroamérica, irrita ojos y piel; a largo plazo y en altas dosis afecta hígado y riñones, y puede provocar miopatías, anemias e hiperplasia de la médula ósea.
Molinato. También es un herbicida. Irrita ojos, piel y el tracto respiratorio; es considerado tóxico para los espermatozoides, inhibe la función tiroidea; nocivo por inhalación y por ingestión; tiene efectos adversos para los fetos en mujeres embarazadas.