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Sergio Padilla Moreno

Este día en que celebramos a nuestras madres, en medio de una situación en que la cercanía tendrá que ser más en espíritu que corporalmente, es buena ocasión para escuchar tres hermosas obras que grandes músicos le han compuesto a la Santísima Virgen María.

Magnificat, de J. S. Bach. El texto de esta obra reproduce el cántico de María del primer capítulo del Evangelio de San Lucas, el cual era utilizado en el oficio de Vísperas dentro de la liturgia luterana. En la navidad de 1723, Bach la estrenó en el marco de los oficios litúrgicos de la iglesia de Santo Tomás de Leipzig. Destaca el carácter festivo y de alabanza a Dios desde los primeros compases del coro inicial a través del uso de trompetas y timbales. A lo largo de la obra se suceden pasajes que van abordando con inusitada maestría los versos del texto bíblico, subrayado el contenido de cada uno de ellos, en perfecta fusión de música y significado.

Vísperas de la Virgen María, de Claudio Monteverdi.  El maestro de la iglesia de San Marcos en Venecia compuso, en 1610, las Vísperas de la Virgen María, creación que propició la introducción de la música barroca en el terreno de la música religiosa. La obra es rica en efectos instrumentales y manejo de las voces, lo cual le da un matiz sobrecogedor por el contraste entre lo festivo y lo íntimo. Habrá que usar un texto mismo de Las Vísperas para agradecer a Dios el don de esta música: “Laudate pueri Dominum, laudate nomen Domini”.

Ave María, de Giuseppe Verdi. Dentro de las óperas del compositor italiano, hay varios pasajes que abordan de algún modo temáticas religiosas, pero, sin duda, una de las más bellas e inspiradas es la oración que pronuncia el personaje de Desdémona en el cuarto acto de la extraordinaria ópera Otello, penúltima entre sus composiciones del género y verdadera obra maestra, que fue estrenada el 5 de febrero de 1887. El Ave María aquí referida es una pieza de enorme dulzura e inspiración, ya que recoge la súplica humilde de Desdémona, esposa de Otello, en los momentos previos a su trágica muerte. Refleja perfectamente el alma atormentada del personaje y la súplica ferviente de una mujer llena de fe. Una página musical auténtica y bella.

Como corolario conviene traer a colación las palabras dichas por el Papa Francisco a los miembros de la “Scholae Cantorum” de la Asociación Italiana Santa Cecilia: “Una música bella y buena es una herramienta privilegiada para acercarse a lo trascendente, […] crea puentes, acerca a las personas, incluso a los más distantes; no conoce barreras de nacionalidad, etnia, color de piel, sino que envuelve a todos en un lenguaje superior, y consigue siempre sintonizar a personas y grupos de muy diferentes procedencias. La música sacra acorta las distancias, también con aquellos hermanos y hermanas que a veces no sentimos cercanos.”

padilla@iteso.mx

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