
Ofrecemos un esquema para realizar una celebración familiar o grupal, sin la presencia del presbítero, para el…
ADVIENTO IV

TE CONSAGRO TODO LO QUE SOY SEÑOR
Nota litúrgica: Estas líneas podrían ser meditadas con antelación por quien guiará la celebración y pueden inspirar sus comentarios e intervenciones durante la misma.
IDEAS PARA EL CELEBRANTE/GUÍA:
Nuestro mundo está lleno de gente ordinaria, humilde, que vive en la obscuridad y, sin embargo, algunas personas como ésas han cambiado el curso de este mundo. Dentro de la historia de la Iglesia honramos hoy a la primera persona que procede de ese medio ambiente ordinario. Una frase sencilla suya, un humilde “SÍ”, cambió el curso del mundo y de la futura Iglesia. Con la canción popular preguntaremos: “¿Quién será la mujer…?” Ella es María. Su SÍ a Dios, su “Heme aquí”, le dio a ella (y a nosotros) a Jesús, el Hijo de Dios. Ello hizo posible el “Aquí estoy, vengo para hacer tu voluntad” de Jesús. El SÍ de María y el de Jesús nos llama a nosotros y a toda la Iglesia hoy a dar nuestro SÍ incondicional a Dios.
A veces, para solucionar nuestros problemas humanos recurrimos a medios fuertes, como autoridad, influencia, dinero y poder. Pero, los métodos de Dios son totalmente diferentes de los nuestros. Para salvar al mundo y a nosotros se une a la gente en su debilidad y se hace humano como nosotros. El Salvador nace no en la capital de un gran país, sino en una pequeña aldea. Nace en la pobreza. Él derriba el poder del mal con la aparente debilidad de humildad, obediencia y servicio. Una mujer sencilla y un niño frágil están en el origen de nuestra salvación. Reconozcamos la forma sorprendente y asombrosa de la venida de Dios.
Pidamos en esta celebración que podamos unirnos a Jesús y a María en su “SÍ”. Y de ese modo podremos cambiar el curso del mundo hoy.
GUIA: EN EL NOMBRE DEL PADRE, Y DEL HIJO, Y DEL ESPÍRITU SANTO.
Todos: AMÉN.
GUIA: Benditos los que creen, con María, que el Señor cumplirá sus promesas.
El Señor esté con ustedes.
Todos: Y con tu Espíritu.
GUÍA: ¿Estamos dispuestos a acoger al Señor y dejarle que trabaje en nosotros, no a la manera como nosotros queremos, sino según sus planes? Examinemos nuestra conciencia. (Pausa)
• Señor, tú viniste a restaurar nuestra fuerza viniendo a nosotros en debilidad humana: Señor, ten piedad.
• Cristo Jesús, tú nos hiciste ricos en gracia por tu pobreza y humildad: Señor, ten piedad.
• Señor, tú desplegaste tu poder salvador sirviendo y sufriendo por nosotros: Señor, ten piedad.
GUIA: Ten misericordia de nosotros, Señor, sálvanos a nosotros y al mundo del mal del pecado, conviértenos y condúcenos a tus caminos y llévanos a la vida eterna.
TODOS: Amén.
GUIA: Dios y Padre nuestro, esperamos anhelantes que tu Hijo se manifieste entre y a través de nosotros.
Prepáranos para darlo a conocer en la forma como él quiere ser conocido.
Esperábamos que viniera con gran poder y viene en pobreza y humildad; lo buscábamos en lugares lejanos y él está entre nosotros, a nuestro lado; esperábamos signos extraordinarios y le descubrimos en la sencillez de la gente y de la vida de cada día.
Ayúdanos a valorar la manera de actuar de Jesús, para que él transforme nuestras vidas a semejanza de la suya para que así podamos dar testimonio de su modo de proceder.
Te lo pedimos por el mismo Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor, que contigo vive y reina en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
TODOS: AMÉN.
Nota litúrgica: Se les pedirá a los lectores anunciar únicamente el libro de donde se toma la lectura. Ejemplo: Lectura del libro de los hechos de los apóstoles. Al finalizar cada lectura no se olvide decir: PALABRA DE DIOS. Y se responde: TE ALABAMOS SEÑOR. Y en el Evangelio, anunciar: Del Evangelio de según San Juan. Al finalizar decir: PALABRA DEL SEÑOR. Se contesta: GLORIA A TI SEÑOR JESÚS.
Miqueas 5, 1-4a: Un rey pastor, nacido en la humildad, traerá paz y salvación a su pueblo…
Salmo 79: Pastor de Israel escúchanos, resplandece, despierta tu poder, sálvanos, ven a visitarnos, cuídanos, protégenos, danos vida para que invoquemos tu nombre…
Hebreos 10, 3-10: Cuando Jesús viene, se entrega totalmente a su Padre. ¿Podemos nosotros decir, con él: “Aquí estoy Señor para cumplir tu voluntad”?
Lucas 1, 39-44: Cuando María, una mujer humilde y de fe, llevaba en su vientre al frágil Hijo de Dios hace una visita a su prima Isabel… visita de cariño, pero sobre todo de servicio…
Nota litúrgica: Se puede ir leyendo esta reflexión y DETENERSE cuando aparezca una PREGUNTA o cuando se crea conveniente dialogar alguna IDEA.
[En este último domingo del Tiempo de Adviento se nos propone reflexionar sobre un evangelio de la infancia. Tengamos en cuenta que no es una crónica sino teología narrativa que describe lo que los primeros cristianos creían sobre Jesús después de su resurrección.
María es grade no sólo por haber sido la madre biológica de Jesús sino por haberle transmitido, de palabra y con el ejemplo, la fe de su pueblo y por haber puesto en práctica el mensaje de su Hijo… Así María alcanzó la plenitud como ser humano y se ha convertido en un modelo a seguir también para nosotros. Por ejemplo, en la visita servicial a su parienta Isabel descubrimos la calidad humana de la madre del anti-mesías davídico que nos describen los evangelios y nos muestra la fe de aquella que fue “feliz por haber creído”. Por eso es que María nos ayuda a comprender mejor a Jesús y a su Padre que tiene un corazón de maternal… Y nos manifiesta el rostro materno del Dios que no expresa todo su ser en la metáfora del “Padre”, que no tiene “género” sino que podemos entenderlo también como “Madre”…
Ante el misterio de la Nacimiento del Mesías, anunciado por Miqueas (primera lectura), debemos reaccionar como lo hizo Isabel (y Juan), inspirados por el Espíritu Santo: Alabando, llenándonos de asombro y gratitud y saltando de alegría…
Luego, hemos de decirle al Padre, como Jesús y como María, “venimos para hacer tu voluntad” (segunda lectura)…]
Desde tiempos antiguos Dios ha comunicado su voluntad a las personas en particular y al pueblo en general… Cuando Dios nos expresa su voluntad, ésta hace fecundo nuestro corazón… Las palabras que Dios nos va dando son como semillas poderosas que se siembran en la debilidad de nuestra humanidad… debemos acogerlas y dejar que nazcan, crezcan y den fruto… Este es un proceso lento y eficaz de alumbramiento y fructificación… Parece que a Dios le gusta obrar así: lentamente, desde lo pequeño y la humildad, con discreción; Jesús no viene con un poder abrumador ni nace en un lugar magnífico e importante: nace en Belén, no en un centro religioso como Jerusalén, ni en un lugar poderoso como Roma, ni en un lugar culto como Atenas…
A veces, se nos antojaría que Dios nos salvara a través de acciones poderosas e incuestionables… Pero, el autor de la carta a los hebreos pone en labios de Jesús estas palabras dirigidas a su Padre: «Tú no quisiste sacrificios ni ofrendas, pero me formaste un cuerpo… Entonces yo dije: He aquí que vengo para hacer tu voluntad»… La Salvación comienza cuando consagramos nuestras voluntades individuales a la voluntad de Dios; así lo hizo también nuestra madre María… Hemos de ofrecerle a Dios nuestro “cuerpo” vulnerable con todo lo que siente y hace, lo que piensa y desea…
María va presurosa con su cuerpo al servicio de su parienta Isabel; Jesús ofrece su cuerpo para salvarnos… Hoy, tú y yo, comparados con estos ejemplos, podemos preguntarnos: ¿Es mi cuerpo un instrumento de salvación en manos de Dios? ¿Sirvo con mis manos al prójimo necesitado? ¿Cuántas acciones buenas realizo a favor de otros? ¿Descubro el cuerpo de Jesús en mis prójimos? ¿A Dónde me conducen mis pies? ¿Mis manos están dedicadas a construir un mundo mejor? ¿Utilizo mi inteligencia para el bien común? Etc…
La Palabra de este día nos da la oportunidad de comprender nuestros cuerpos desde la visión bíblica… A nadie le repugna decir que nuestro cuerpo es, o puede ser, templo del Espíritu Santo y esto contrasta con otras percepciones del cuerpo que se tiene en la actualidad: la cultura del culto al cuerpo que lo despoja de su aspecto trascendente, o el desprecio al cuerpo cuando se le ve totalmente como enemigo espiritual y fuente de pecado carnal…
Reflexionar sobre el cuerpo desde la perspectiva bíblica nos permite no sólo cuidar de él o percibirlo como un “lugar” de encuentro con Dios sino que se impone una urgente revisión de cómo actuamos con nuestro cuerpo y qué hacemos por el cuerpo de los demás; porque Dios puede actuar a través de nuestro cuerpo obrando el bien y la salvación para todos… ¿Uso mis manos para acariciar y cuidar o para amenazar y golpear? ¿Mis pasos me alejan o me acercan a mis prójimos necesitados? ¿Doy amor a los demás con mis gestos y mis palabras?
A veces nos enredamos en teorías, definiciones y distinciones del alma, el espíritu y el cuerpo… Pero la realidad parece más sencilla… A un obispo, después de muchos años de arduo trabajo pastoral, le preguntaban que si había atendido a muchas almas y él respondía – con un guiño y una sonrisa – que nunca había visto un alma para cuidar de ella, que él sólo había visto cuerpos: enfermos o hambrientos, maltratados o golpeados, sedientos de comprensión y cariño, deseosos de paz y de Dios… y, claro, que él mismo había trabajado, convivido y servido con su propio cuerpo… ¿Qué descubro a través del cuerpo de mis hermanos y hermanas? ¿Consagro mi cuerpo a hacer la voluntad de Dios al servicio de los demás como María y Jesús?
TE PROPONEMOS LOS SIGUIENTES EJERCICIOS PARA QUE TE ENCUENTRES CON DIOS DURANTE LA SEMANA:
1. Durante estos días del fin del adviento, te invitamos a observar a las personas que te rodean de forma integral (espíritu, alma y cuerpo), procura descubrir qué es lo que necesita cada una…
¿Qué puedo hacer para “curar” sus necesidades de escucha, cariño, corrección, apoyo, etc.?
¿Qué tanto estoy dispuesto a hacer?
2. Obsérvate a ti mismo y las funciones maravillosas que tienes… Descubre lo sagrado que es tu cuerpo… y date cuenta de todo el bien que puedes hacer a los que te rodean con tu cuerpo…
3. Revisa las metas que te propusiste al iniciar este Tiempo de Adviento… ¿Qué hiciste para cumplirlas? También revisa lo que fuiste reflexionando en cada lección… ¿Qué aprendizajes recibiste? ¿En qué, en dónde y con quiénes los aplicarás?
4. Durante esta semana, pide al Señor el don de poder consagrar tu cuerpo al servicio de sus proyectos…
Dile con S. Ignacio de Loyola: “Toma, Señor, y recibe toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento y mi voluntad, todo mi haber y mi poseer; Tú me lo diste, a ti, Señor, lo devuelvo. Todo es tuyo, dispón de todo a tu voluntad; dame tu amor y tu gracia, que esto me basta”.
También puedes consagrarte todos los días a la Virgen María:
“Oh Señora mía, oh Madre mía, yo me ofrezco enteramente a ti. En prueba de mi filial afecto te consagro en este día y para siempre: mis ojos, mis oídos, mi lengua y mi corazón, en una palabra, todo mi ser. Y, ya que soy todo tuyo, oh Madre de bondad, guárdame y defiéndeme como posesión tuya al servicio del evangelio de tu amado Hijo. Amén”.
GUIA: Expresamos nuestra fe en el Dios vivo y, una Dios de unidad familiar, un Dios Rey que reina nuestras vidas.
TODOS: Creo en un solo Dios…
GUIA: Con María firmemente creemos que Dios está cumpliendo sus promesas. Con María también rogamos al Padre:
“Señor, danos a tu Hijo”.
1. Para que la Iglesia, Pueblo de Dios, acoja a Jesús con calor y alegría, en los pequeños y en los pobres. Roguemos al Señor: “Señor, danos a tu Hijo”.
2. Para que los que tienen el corazón orientado hacia la paz traigan al mundo la armonía y la cooperación que Jesús, Príncipe de la Paz, quiso otorgarnos, roguemos al Señor. Roguemos al Señor: “Señor, danos a tu Hijo”.
3. Para que la justicia florezca en nuestros días, que los necesitados se colmen de bienes, y que haya amor y compasión entre las personas al aceptar a Jesús como a su Salvador, Roguemos al Señor: “Señor, danos a tu Hijo”.
4. Para que los que ha perdido el camino y los que viven en la noche de la duda y del temor lleguen a conocer quién es su Salvador, Roguemos al Señor: “Señor, danos a tu Hijo”.
5. Para que todas nuestras comunidades crezcan en unidad y amistad, y en entrega al servicio generoso y desinteresado, Roguemos al Señor: “Señor, danos a tu Hijo”.
GUIA: Dios y Padre amoroso, danos a tu Hijo ya que lo necesitamos para hacernos nuevos a nosotros y a nuestro mundo. En él ponemos toda nuestra esperanza, ahora y por los siglos de los siglos.
TODOS: Amén.
GUIA: Con las palabras de Jesús, nuestro hermano, oremos a nuestro Padre común para que, como María, sepamos cumplir su voluntad.
TODOS: Padre nuestro…
GUIA: Decimos juntos:
“Creo, Jesús mío, que estás real y verdaderamente en el Cielo y en el Santísimo Sacramento del altar. Te amo sobre todas las cosas y deseo vivamente recibirte dentro de mi alma, pero no pudiendo hacerlo ahora sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón. Y como si ya te hubiese recibido, Te abrazo y me uno del todo a Ti. Señor, no permitas que jamás me aparte de Ti.” Amén. |
GUIA: Nos acercamos a la Navidad y nos sentimos ya llenos de gozo.
Que la nuestra no sea una alegría profunda, que proceda de decir siempre SÍ a Dios, a sus planes, a su amor…
Que desarrollemos la capacidad de entrega generosa a los que nos rodean…
Y pedimos la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre nosotros y nos acompañe siempre.
TODOS: Amén.