Luis Sánchez
Nos han enseñado popularmente que “en la mesa no se habla de política, fútbol y religión”, poniendo
estos tres aspectos de la vida cotidiana al mismo nivel; sin embargo, no podemos meter en
el mismo saco la pasión de un deporte, la práctica de creencias espirituales, y el acontecer de la vida pública de nuestro país, dada la trascendencia y relevancia que tiene, sobre todo, esta última
para todos sin excepción.
Lamentablemente, en nuestro país, a diferencia de los otros dos ejemplos que mencionamos que se viven cada fin de semana o incluso entre semana, la práctica política se ha limitado únicamente al periodo electoral, es decir, aproximadamente 6 meses durante cada 3 o 6 años, comenzando con las contiendas internas en los partidos, las precampañas, las campañas, los debates y terminando el día de las elecciones.
Una vez finalizado este “ciclo democrático”, la práctica política del mexicano promedio queda reducida solamente a criticar o alabar al gobierno en turno.
Vivir en democracia significa vivir en un sistema donde la participación ciudadana es parte fundamental para materializar cambios, por lo que implica necesariamente mantener un diálogo abierto y constante, entre gobierno y ciudadanía. Ser democráticos significa saber y estar dispuestos a tomar decisiones colectivas, buscando el bien común, resultado de los acuerdos tomados, una vez dialogadas las diferencias y los conflictos existentes. Este proceso solo puede llevarse a cabo a través de la escucha, el respeto y la apertura al diálogo de ambas partes que tienen visiones encontradas en torno a un mismo fin: la vida pública del país.
Y sí, es posible, pero debemos centrarnos justamente en el bien común, así como lo hicimos cuando fue el sismo del 2017, donde la ayuda y solidaridad nacional se hicieron presentes en las comunidades
afectadas a través de miles de voluntarios; porque justo hubo lo que hoy falta para poner las cosas
en común, voluntad. Voluntad de saber que la situación actual del país no tiene recetas prefabricadas
y que, al ser tan compleja, implica necesariamente mirarla desde distintas aristas (todas ellas válidas), para obtener una mayor cantidad de conocimientos y saberes, que aportarán otros elementos a la hora de tomar decisiones, evitando con esto que solo se tomen desde un punto de vista que se plantea como verdad absoluta.
Recordemos siempre que todos los juicios son opiniones cargadas de historia personal, por ello, ni mi
verdad ni la del otro serán absolutas, pero sí podemos hallar en esas verdades las similitudes y, desde ahí, tejer una verdad común, en el caso de lo político, por el bien común.
Ahí es donde entra el bien común, porque se construye desde la comunidad. Sin embargo, para que esto escale a lo político, tanto en lo municipal, local o nacional, el primer paso es hacerlo desde nuestros espacios más cercanos (familia, amistades, escuela o trabajo), practicando esta apertura a la escucha y al diálogo, construyendo puentes que nos acerquen, en vez de muros que nos separen.