La violencia que atrajo las miradas internacionales
En México, las cifras y estadísticas de muerte y asesinatos, equivalen a las de un país en guerra, producto de la violencia descontrolada que padece el país de manera generalizada y que el pasado 20 de junio cobró la vida de dos sacerdotes jesuitas y un guía de turistas en la Sierra Tarahumara, de Chihuahua.
Cristina Díaz Morales
“Insoportablemente bondadosos” así serán recordados los hermanos jesuitas Javier Campos Morales S.J., y Joaquín Mora Salazar S.J., que junto con el guía de turistas Pedro Palma, fueron alcanzados por las balas de la violencia desmedida que aqueja a todo el país en el templo de Cerocahui, en el corazón de la Sierra Tarahumara.
Este es un caso emblemático de violencia que atrajo las miradas internacionales hacia México, donde incluso el Papa Francisco expresó su tristeza y consternación, lamentando la situación con sus palabras: “hay tantos asesinatos en México. Estoy cerca, en afecto y oración, de la comunidad católica afectada por esta tragedia”.

Región en el olvido
La Sierra Tarahumara es una región caracterizada por las condiciones de violencia y olvido, geográficamente es de las regiones indígenas más grandes, pese a que la población es menor por ser comunidades retiradas unas de otras, y ahora que los ojos del mundo están ahí, las autoridades religiosas de la zona confían que la seguridad mejore, garantizando la protección de sus habitantes.
“Son zonas de difícil acceso en donde los jesuitas, que tienen presencia desde el año 1600, con entradas y salidas a lo largo de todo este tiempo, han aprendido a convivir con todo mundo, sean mestizos, sean rarámuris, jóvenes, adultos, incluso sean personas de la comunidad o gente que ha optado por otras vías”, destacó el padre Jorge Atilano González Candia S.J., Delegado Provincial para las Obras Sociales de la Provincia Mexicana de la Compañía de Jesús.
Los misioneros jesuitas conocían los códigos de comportamiento para no arriesgar la vida, sabían que había temas que sí se podían hablar y otros que no, sabían que jamás podían aceptar un apoyo económico y brindaban los servicios sacramentales cuando los solicitaban independientemente de quien fuera.
“Nunca se había dado alguna amenaza, no teníamos alguna situación previa que nos hiciera prever que había una situación de riesgo para ellos, hasta ahora que se rompieron los pactos de respeto, porque el agresor llegó a la iglesia en estado de adicción, llegó enloquecido por la droga provocando la muerte de los dos jesuitas y el guía de turistas”, indicó.

El aire que se vive, que se siente, que se respira entre los misioneros jesuitas, entre los rarámuris, entre la comunidad es de temor, de miedo. Hay quienes se han acercado a los sacerdotes para decirles: “si eso les hicieron a los padres Javier y Joaquín, qué no nos pueden hacer a nosotros”.
Legado de amor
Y es que los padres jesuitas, eran hombres de paz y reconciliación, siempre apoyando a quienes lo necesitaban; el padre Joaquín Mora fue muy cercano a las familias del lugar y se ganó el respeto de la comunidad, incluso de los hombres que andaban armados, si alguien conocía a la perfección el mundo rarámuri, era él, fue un luchador incansable de la iglesia autóctona y la inculturación del evangelio.
En medio de la zozobra, los jesuitas desean continuar trabajando en sus tres obras misioneras que tienen en la región: la clínica Complejo Asistencial Santa Teresita, en donde atienden temas de nutrición, medicina general y cuentan con programas para repartir alimento en tiempo de sequía y una escuela de educación intercultural, así como en la parroquia de San Miguel y la de Cerocahui.

Estrategia fallida
“Se necesita hacer un análisis de la situación de la zona que permita desarrollar la misión de los jesuitas en condiciones favorables y finalmente se debe revisar la estrategia de seguridad en el país, porque éste no es un caso aislado; es un signo de tantas muertes que suceden en México, por lo que hacemos un llamado a revisar la política de seguridad”, dejo en claro el padre Jorge Atilano González Candia.
Para el padre González Candia el problema de la violencia no se va a resolver atrapando al presunto asesino, José Noriel Portillo, alias ‘El Chueco”, porque implica una responsabilidad de todos; de la sociedad, del gobierno, de la Iglesia, de las organizaciones porque se requiere una respuesta sistémica y articulada.
Y pese a estos hechos lamentables, el padre manifestó que Dios no se ha olvidado de la Sierra Tarahumara, y se puede ver con tantas muestras de solidaridad, tanta gente que se une para levantar la voz y decir “ya basta” y sobre todo con una Iglesia que se compromete más con los desvalidos.
Exigen garantías de seguridad
Estos asesinatos se suman a la larga lista de los que todos los días se registran a lo largo y ancho de México, en donde la violencia es un tema que se ha “normalizado” y hace que se cuestione la estrategia fallida de seguridad de “los abrazos” que el gobierno federal se ha empeñado en seguir, pese a los nulos resultados y a que el crimen organizado opera libremente.
A dos semanas de la tragedia, la comunidad jesuita exige que se garantice la seguridad en la Sierra Tarahumara, piden que se asegure que las comunidades puedan tener vidas tranquilas y hacen hincapié al decir que, para combatir la inseguridad, se requiere de la participación de toda la sociedad en su conjunto.
“El problema de la inseguridad en México, no lo puede resolver el gobierno solo y claro que no lo está haciendo, el problema de la inseguridad que ha ido creciendo sistemáticamente en los últimos 12, 15 años y ahora se está agravando cada día más, requiere del trabajo conjunto de toda la sociedad mexicana, consideró el rector del ITESO, el padre Alexander Zatyrka, S.J.
Lamentó, que no se combata el problema porque la clase política está distraída en sus pleitos, en mantener el poder y en repartirse los escaños y los recursos, en vez de escuchar a la gente, de sentarse a hacer un pacto para salvar a México.
El rector del ITESO, consideró que es momento de que alguien diga: vamos uniéndonos para exigirle a las autoridades que cumplan con su trabajo y que escuchen la voz de las víctimas porque no solamente son quienes pierden la vida, también todas las victimas colaterales.
“Yo creo que como Iglesia debemos poner por frente nuestra autoridad moral para convocar a que la sociedad tome consciencia y asuma su responsabilidad de exigir resultados, de pedir cuentas a los gobernantes” precisó, al reiterar que no debemos acostumbrarnos a la violencia.

Enfatizó que la única manera de parar la violencia desmedida en todo el país, es que la sociedad mexicana despierte y para que despierte, necesita a alguien que la convoque y yo creo que la Iglesia tiene la autoridad moral para hacerlo, “tenemos que aprovechar la oportunidad de esta sacudida, porque el drama que vivieron mis hermanos, lo viven cientos de personas”.
Agregó que se debe abogar como Iglesia, por una respuesta que, dé prioridad a la protección de las víctimas, acompañada de un proceso de reconciliación y sanción. “Ya nos cansamos de discursos, necesitamos que las autoridades se pongan a trabajar, a hacer algo por México y no están solos, porque estamos toda la sociedad que puede coadyuvar a transformar a México.
LO DIJO:

“El padre Joaquín Mora lo recuerdo como alguien muy sencillo, muy empático con las familias, con mucha capacidad de resiliencia, lo recuerdo con una gran sencillez y cercanía y al padre Javier Campos, quien era el superior de la comunidad jesuita y párroco de Cerocahui era quien más conocía la cultura rarámuri, él conocía los ritos, los bailables, como se han inculturado el evangelio con la cultura rarámuri además de contar con una memoria extraordinaria y a quien le encantaba contar historias”, padre Jorge Atilano González Candia S.J., Delegado Provincial para las Obras Sociales de la Provincia Mexicana de la Compañía de Jesús.
LO DIJO:

“Yo creo que como Iglesia debemos poner por frente nuestra autoridad moral para convocar a que la sociedad tome consciencia y asuma su responsabilidad de exigir resultados, de pedir cuentas a los gobernantes”, Alexander Zatyrka, S.J. rector del ITESO.