Pbro. José Marcos Castellón Pérez
La contingencia sanitaria del coronavirus nos ha dejado ya muchas enseñanzas, aunque no siempre es fácil ver el lado positivo de la crisis, sobre todo cuando está en su punto más álgido. Una de estas enseñanzas es la de aprender a cuidarnos.
Para saber y aclarar qué decimos cuando utilizamos el vocablo cuidado, hemos de buscar su raíz etimológica en la palabra latina “cogitatus”, que a su vez está compuesta del prefijo “co” que refiere una acción conjunta, y el verbo “agitare” cuyo significado es agitar o poner en movimiento. De esta manera, cuidado tiene el sentido de la reflexión atenta y la acción expedita que se pone en algo. Por eso se pide poner “cuidado”, esmero en las cosas o en las acciones que hacemos para que estas se realicen como conviene, como debe ser, con prudencia y precaución.
El cuidado lo hemos de hacer, en primer lugar, en relación con uno mismo; por ejemplo, en esta pandemia hemos aprendido la importancia de lavarnos las manos y hacerlo convenientemente, usar cubrebocas cuando salimos a la calle o estamos en lugares públicos, guardar nuestra sana distancia, etc. En realidad, estas cosas son las que hacemos todos los días, pero que ahora debemos hacerlo con mayor esmero y precaución. Es importante señalar que también el cuidado hacia nosotros mismos repercute en el bien de la sociedad.
Llama la atención la indicación de la Secretaria de Salud, que al extremar los cuidados personales lo deberíamos hacer pensando no tanto en que otra persona me pudiera contagiar, sino la posibilidad real de que yo, siendo portador asintomático, pudiera ser el que contagie a otros, de forma especial a quienes pudieran sufrir graves consecuencias del contagio. Por tanto, el cuidado personal lo hemos de entender como una responsabilidad social, más que como una medida de autoprotección, extendiéndose el cuidado a quienes convivimos en el mismo hogar. La pandemia nos ha enseñado la importancia de cuidarnos unos a otros, especialmente a quienes en la familia son más vulnerables.
A su vez, el cuidado entre vecinos es fundamental para superar la crisis poliédrica que estamos sufriendo. Se trata, de crear redes solidarias de vecinos, de forma que nadie pueda sentirse solo o abandonado, sino que vivamos consciente y efectivamente que los vecinos estamos al pendiente de los vecinos. Han surgido varias iniciativas plausibles, como la de delegar a una persona joven para que sea la que realice las compras de las personas mayores, que por obvias razones no deben salir de sus casas.
También la de estar en frecuente comunicación, ahora gracias a Dios abundan los medios que para ello sirven, para evitar la depresión o el sentimiento de soledad. Podría designarse, entre los agentes de pastoral, alguien que esté al pendiente de las necesidades materiales, de salud y espirituales de los vecinos para informar al párroco, etc. Seguramente habrá muchas más iniciativas que debemos promover y ejecutar… Ojalá, el cuidado solidario sea una de las grandes herencias que nos deje esta pandemia.