Pbro. Ernesto Hinojosa Dávalos
Cada tres años que el país entra en contienda electoral tarde o temprano en diferentes espacios surge la pregunta: ¿Debe la Iglesia participar en política? Y las respuestas no se hacen esperar: jacobinos furibundos actualizando los pleitos decimonónicos entre liberales y conservadores condenan hasta la mínima opinión, pero también, puristas iluminados pontifican que la política debe regirse con la Biblia en la mano. Ni uno ni otro.
El Magisterio de la Iglesia es claro y abundante en cuanto a política se refiere, de hecho, es muy conveniente reconocer los aportes que la reflexión cristiana ha dado a la democracia y a la buena política.
Aclaremos algunos términos: Iglesia no es solo la jerarquía particularmente los Obispos, sino todos los bautizados; política se entiende como la “cosa pública”, es decir, aquella participación necesaria que contribuye a lograr el bien común.
Iglesia somos todos los bautizados
Por lo tanto, sí, la Iglesia debe participar en política. La jerarquía bajo ninguna circunstancia puede participar de política partidista, lo prohíbe tanto la Constitución y las leyes electorales como el mismo Magisterio de la Iglesia. Pero los laicos sí deben participar en los partidos políticos. Sin embargo, es obligación de la jerarquía de la Iglesia, por vocación profética, denunciar todo aquello que lastima la dignidad de los hijos de Dios en el campo de la política, inclusive si las circunstancias así lo demandan, señalar las decisiones del Gobierno si éstas afectan gravemente el tejido social y atentan contra el bien común.
Por lo mismo, es obligación de la Iglesia recordar a sus fieles aquellas disposiciones inherentes a su identidad cristiana que son irrenunciables aún en el ámbito político. Por caridad, los pastores tienen que acompañar a los laicos que se involucran en el quehacer político, sobre todo cuando tienen problemas de conciencia; y la comunidad cristiana debe fortalecer a aquellos que hacen las cosas pensando en el bien de todos. Un hecho indiscutible es que los fieles laicos necesitan participar en política, porque la verdadera transformación de la sociedad sólo vendrá de quienes se involucran activamente en el cambio; no proviene de aquellos que opinan sino de quienes lo trabajan.
Al servicio de todos
Ahora más que nunca se necesita que los fieles laicos, con todo su bagaje cultural y religioso, aporten al mundo de la política lo que les es propio: el respeto a la vida, la importancia de la familia, la salvaguarda de la creación, etcétera.
No podemos dudar tampoco, que en el ambiente tan polarizado en el que está envuelta la política nacional, no es fácil la participación y menos aún exenta de sacrificios y renuncias.
Quienes puedan, no se nieguen a ella dice el Concilio Vaticano II en la Gaudium et Spes: “Obren con integridad y prudencia contra la injusticia y la opresión, contra la intolerancia y el absolutismo, sea de un hombre o de un partido, y conságrense al servicio de todos con sinceridad y equidad; más aún, con amor y fortaleza política” (numeral 75). Finalmente, es propio del cristiano querer cambiar al mundo.