Querida Lupita:
Estoy consternada ante la noticia de tantos suicidios en adolescentes. Recientemente me tocó un caso muy cercano de un chico que, haciendo un reto que aparecía en alguna página de internet, fue encontrado ahorcado dentro de su propio clóset. Ante esta realidad, ¿qué podemos hacer para evitar que suceda con más jóvenes?.
María Eugenia L.
Muy estimada hermana mía, Maru:
Es una verdadera tragedia encontrar personas que no valoran la vida, y que no valoran su propia vida. Y es que alguien que no se experimenta amado y valorado pierde deseos de vivir. Si estamos viendo que cada vez más jóvenes se desesperan, es necesario darle más valor a la vida que a la muerte.
Al menos por un par de generaciones, se ha difundido una cultura de muerte, exaltando lo grotesco, lo violento, lo sucio y lo vulgar a través de los medios de comunicación.
Vemos programas en televisión, películas en cine y series en diversas pantallas que exaltan los vicios como símbolo de progreso y de una malentendida libertad. Por otro lado, los padres de familia trabajan tanto, que no conviven con sus hijos el tiempo suficiente. Los artífices de la cultura de la muerte son quienes están transmitiendo antivalores a nuestros hijos.
Contrarrestarla efectivamente sólo puede lograrse impulsando con pasión la cultura de la vida. Debemos retomar lo que es propio de nuestra naturaleza, estamos hechos para lo alto, lo noble, lo digno. ¡Estamos hechos para vivir en plenitud!
Empecemos por evitar a toda costa que el aborto se presente como un derecho; sigamos por fomentar la vida familiar sin violencia, en un clima de respeto y ayuda mutua. Busquemos espacio para convivir más, entendiendo que el mejor regalo que damos a nuestros hijos es nuestra presencia y no sólo las cosas materiales.
Papás: ¡regresemos a nuestra vida de fe! ¡Cultivemos el rezo del rosario en familia! Pongamos las etiquetas correctas llamando bien al bien y mal al mal, fomentemos la castidad hasta el matrimonio y la fidelidad hasta la muerte. Enseñemos a nuestros hijos que estamos aquí para servir y amar a Dios y para ofrecerle toda la creación (CIC 358).
Necesitamos a Dios de vuelta. ¡Que Cristo reine en nuestro hogar, en nuestra familia y en nuestra patria!
Lupita Venegas/ Psicóloga
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