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José Manuel Gutiérrez Alvizo (3° Teología)

“No basta con dar las gracias sin dar lo que las merece”.  Con estas palabras tomadas de un himno de la Liturgia de las Horas queremos dar gracias a todos los fieles de nuestra Arquidiócesis que, de alguna manera u otra, con su oración y ayuda, hacen posible el sostenimiento del Seminario de Guadalajara que es, como bien se dice, “el corazón de la diócesis tapatía”.

Y acorde con lo expresamos, queremos hacer eco de estas palabras y mostrarles a ustedes, con profunda gratitud, que quienes integramos la gran familia del Seminario, tratamos de aprovechar de la mejor manera los medios y recursos disponibles para nuestra formación integral y ser los pastores que la Iglesia necesita y merece.

Por ello, explicaremos cada una de las 4 áreas fundamentales que son los pilares de la formación del futuro sacerdote, a saber: el área humana, espiritual, intelectual y pastoral; todas ellas sumamente importantes y que son favorecidas por el apoyo constante de toda la grey tapatía, quienes se convierten en los bienhechores de sus futuros pastores. En este segmento hablaremos de las primeras dos dimensiones: la humana y la espiritual. La próxima semana, en que estaremos celebrando el Día del Seminario, completaremos nuestra exposición y esperamos poder reiterar nuestro nunca suficiente agradecimiento.


DIMENSIÓN HUMANA

Juan José Quijas Rizo / Roberto David González Correa (2° Filosofía)

En primera instancia, el Seminario busca formar hombres, realmente fortalecer la parte humana de cada seminarista, de tal manera que el actuar cotidiano muestre un crecimiento en la adquisición de valores que le distingan como elemento apropiado para la formación sacerdotal. Dentro de estos valores está la gratitud y no hay mejor manera de mostrarse agradecido que saber aprovechar todo lo que alguien hace por nosotros. El primer paso es reconocerlo para después agradecerlo no sólo de palabra, sino sacando el mejor provecho de ello, esforzándonos por alcanzar una mejora en la generosa entrega cotidiana. 

En el marco del Día del Seminario ofrecemos aquí a grandes rasgos una presentación de la formación humana en los seminaristas, la cual es parte fundamental de su proceso vocacional.

El acompañamiento de cada seminarista debe partir de la propia realidad familiar y socio-cultural, puesto que en la medida que el seminarista conozca, valore y acepte su realidad podrá asumirla para alcanzar un proceso de formación integral. Por ello también es importante el apoyo de las personas con las que cada seminarista se relaciona.

Ha de considerarse que existen elementos necesarios para una progresiva maduración que abarque principalmente la recta conciencia y una adecuada educación en el amor y en la libertad. Esto, porque la conciencia ha de guiar a cada seminarista para responder con generosidad y rectitud sin dejar de lado el amor, como centro de su repuesta generosa y libre que le lleva a la plenitud. Para ello el seminarista lleva un acompañamiento personal y frecuente por parte de sus formadores, que le han de brindar herramientas para un mejor autoconocimiento, lo cual le será de ayuda para abrazar decididamente el estilo de vida sacerdotal.

Algunos medios de formación: las artes y la vida comunitaria

El proceso de  maduración de cada seminarista se ve apoyado por el desarrollo de artes como la música, la literatura, el teatro, entre otras. Esto queda de manifiesto en las presentaciones de los distintos grupos musicales con que cuenta el Seminario así como en los eventos culturales del Seminario, tales como la Semana Cultural anual. Precisamente en el desarrollo de los dones se aprecia con claridad el esfuerzo de los seminaristas, quienes con ello buscan expresar su gratitud a Dios en primer lugar y después a quienes facilitan que tengan la posibilidad de dedicar parte de su tiempo al cultivo de estas manifestaciones del arte.

La vida en comunidad permite a cada seminarista que la riqueza humana de cada compañero deje en él gratas enseñanzas y el deseo de desarrollar virtudes como el compañerismo, la fraternidad, la amistad, la solidaridad, la tolerancia, la empatía, la responsabilidad, el respeto, por mencionar algunas. En este plano también se ponen de manifiesto las bases que para la vida comunitaria se adquirieron en el seno de la familia, donde comenzaron a gestarse estas virtudes y que, tras emprender el camino en pos de esta vocación particular, se pueden poder al servicio de los demás.

En suma, se busca que la formación sacerdotal sea completa. Los frutos de una formación humana integral llevarán a un mejor desempeño en el resto de los campos de la formación. En resumen, podemos decir que el seminarista se forma para llegar a ser un sacerdote santo, sabio y sano.


LA VIDA ESPIRITUAL EN EL SEMINARIO

Jaime Arroyo Rubio (2° Filosofía)

Clemente Rodríguez Tiznado (3° Teología)

El proceso formativo que llevamos en el Seminario tiene distintas facetas o dimensiones que se deben abordar para un desarrollo integral en el discernimiento de la vocación. Una de las  ellas es la dimensión espiritual, la cual juega un papel fundamental dado que el sacerdote debe ser un hombre profundamente espiritual. En el Seminario tenemos diversas experiencias de encuentro con Cristo por medio de algunas actividades que nos llevan a seguir respondiendo a la pregunta fundamental: ¿qué quiere Dios de mí?

Este camino no se puede llevar solo, por lo que cada seminarista cuenta con el acompañamiento de un director espiritual que se convierte en un guía para crecer en la fe y madurar en una respuesta sincera y entregada al llamado que Dios nos hace. Además el rezo constante de la Liturgia de las Horas, la meditación profunda de la Palabra de Dios, la participación en la Eucaristía, la celebración de los sacramentos y los retiros y ejercicios espirituales nos ayudan a consolidar en nosotros los mismos sentimientos de Cristo (Flp 2,5).

Sin embargo, como una fe sin obras está muerta (St 2, 17),  este encuentro con Cristo nos debe llevar a compartirlo con los demás en el apostolado, en nuestros hogares y en todo lugar en donde estemos, lo cual no es sólo una invitación, sino una exigencia personal como respuesta de donación a la comunidad a la cual queremos servir.  Es aquí donde reside la importancia que tiene la dimensión espiritual dentro del proceso formativo, pues por medio de ella aprendemos a ser pastores según el corazón de Jesús.

Ahora bien, un lugar propicio para la oración es siempre necesario, por lo que  gracias a ustedes cada casa de formación cuenta con una capilla, en donde cada mañana nos reunimos como comunidad para ofrecer las labores del día por medio de la oración y la celebración de la Misa. Aunado a esto, la devoción a Nuestra Madre, la Virgen María, tiene un lugar privilegiado dentro de nuestra vida. Es por ello que también nos congregamos para la meditación de los misterios de la vida de Cristo en el rezo del Santo Rosario y los sábados, dedicados a su memoria, entonamos el canto del Salve.

Otro figura importante para nosotros es el patrono de nuestro seminario: San José, varón justo y prudente, cuya actitud de obediencia siempre fiel a la voluntad de Dios es ejemplo para la respuesta que nosotros buscamos dar al Señor.

Cabe mencionar también que el conocimiento y la participación en las diversas manifestaciones de la fe de nuestro pueblo soy muy importantes para nosotros, porque confieren una identidad a la comunidad de nuestra Iglesia local. Algunos ejemplos de estas manifestaciones de fe a las cuales gustosamente nos sumamos son: caminar en la romería de la Virgen de Zapopan, peregrinar al Santuario de Guadalupe o rezar el Via Crucis en tiempo de Cuaresma y en Semana Santa.

En general, así es como se construye la vida espiritual dentro del Seminario, y es gracias a ustedes, a su apoyo y su cercanía en la oración que podemos seguir adelante en este camino de seguimiento de Cristo. Gracias por orar con nosotros y por nosotros.

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