El «Dios de los vivientes», no permitirá que la muerte diga la última palabra, lo mismo en lo que respecta al cuerpo que al espíritu, ya que Él es, por definición, «amante de la vida» (Sab 11, 26).
"En la Iglesia tenemos urgente necesidad de una comunicación que inflame los corazones, sea bálsamo en las heridas e ilumine el camino de nuestros hermanos y hermanas"