
Ofrecemos un esquema para realizar una celebración familiar o grupal, sin la presencia del presbítero, para el…
XVIII DOMINGO T.O.
Ciclo A, 2 de Agosto de 2020.

¿Qué le doy a Jesús para que Él lo multiplique?
Nota litúrgica: Estas líneas podrían ser meditadas con antelación por quien guiará la celebración y pueden inspirar sus comentarios e intervenciones durante la misma.
IDEAS PARA EL CELEBRANTE/GUÍA:
Jesús sabe que estamos hambrientos y sedientos de Él, por eso, en cada celebración dominical de la palabra y la eucaristía nos invita a comer y a beber… Nosotros somos invitados a la conmemoración de su Última Cena y también a seguir multiplicando nuestros pocos panes y peces….
Jesús sigue tomando lo bueno que le queramos entregar para bendecirlo y multiplicarlo y nos sigue repitiendo: “Denles ustedes mismos de comer, den de lo suyo, dense a sí mismos”.
Basta con ver un noticiero para recordar el hambre y la sed de alimento, de paz espiritual, de valores, de esperanza y de amor que existe en muchas partes del mundo…
Jesús dio a la gente el alimento de la compasión, de su palabra, de su perdón y se ofreció a sí mismo dejándonos su cuerpo (que es la Iglesia servicial) y su cuerpo eucarístico… También nos invita ahora a nosotros, sus discípulos hoy, a entregarnos, en correspondencia al gran amor que Él nos tiene, como alimento y bebida para que otros alcancen la vida plena. Pidamos la fuerza para hacerlo…
GUIA: EN EL NOMBRE DEL PADRE, Y DEL HIJO, Y DEL ESPÍRITU SANTO.
Todos: AMÉN.
GUIA: El Señor nos invita: Escuchen mi Palabra con amor, pues es rica y nutritiva comida y bebida.
Que el Señor, que nos alimenta con su Palabra y con su cuerpo, esté siempre con ustedes.
Todos: Y con tu Espíritu.
GUIA: Pensemos en silencio: ¿Le hemos agradecido a Jesús por haberse entregado a nosotros?
¿De qué modo y con qué intensidad nos hemos donado a los demás?
Pidamos perdón por las veces que no lo hemos hecho. (Pausa)
• Señor Jesús, Tú eres el pan que da vida al mundo.
TODOS: Señor, ten piedad.
• Cristo Jesús. Tú eres el pan que nos fortalece en el camino hacia la plenitud en la vida.
TODOS: Cristo, ten piedad.
• Señor Jesús, Tú eres el pan que nos da vida eterna.
TODOS: Señor, ten piedad.
Por tu bondad, perdónanos, Señor. Fortalécenos en nuestra peregrinación hacia ti y llévanos a la vida eterna.
TODOS: Amén.
GUIA: Oh Dios, Padre compasivo, Tú viste con agrado que tu Hijo Jesucristo diera alimento a los hambrientos de toda clase de hambres.
Danos la gracia de ser, como Tú, compasivos hacia los hambrientos y sedientos de nuestros días.
Enséñanos a percibir sus necesidades, a sufrir con ellos, a compartir sus angustias, a vendar sus heridas y a calmar su hambre de ti.
Danos la fuerza necesaria para hacer todo esto en virtud de la fuerza del alimento que Jesús nos da en cada eucaristía, en su Palabra y con su cuerpo.
Por nuestro Señor Jesucristo que vive y reina contigo, en la unidad del Espíritu Santo, por los siglos de los siglos.
TODOS: AMÉN.
Se ofrece un resumen de las lecturas para ayudar a quien guía y a quienes leerán a subrayar la parte primordial que ayude a descubrir su mensaje unitario. Pero, las lecturas han de leerse íntegramente durante la celebración.
Nota litúrgica: Se les pedirá a los lectores anunciar únicamente el libro de donde se toma la lectura. Ejemplo: Lectura del libro de los hechos de los apóstoles. Al finalizar cada lectura no se olvide decir: PALABRA DE DIOS. Y se responde: TE ALABAMOS SEÑOR. Y en el Evangelio, anunciar: Del Evangelio de según San Juan. Al finalizar decir: PALABRA DEL SEÑOR. Se contesta: GLORIA A TI SEÑOR JESÚS.
Isaías 55, 1-3: El Señor nos asegura que su palabra no solamente sacia nuestra hambre y nuestra sed, sino que nos dará vida plena… ¡Y es un don excelente y gratuito!
Salmo 144: Dios – que es clemente, misericordioso, bueno con todos, justo, bondadoso y cercano – abre su mano y sacia de favores a todos los vivientes.
Romanos 8, 35. 37-39: Pablo nos asegura que ningún dolor o sufrimiento, peligro, necesidad o carencia, ninguna criatura visible o invisible, ni ahora ni nunca puede separarnos del amor que Dios nos ha manifestado a través de Cristo… ¡Sea esta nuestra confianza!
Mateo 14, 13-21: Jesús, después de la muerte del Bautista, quería ir a un lugar solitario, pero al llegar vio a la multitud que ya lo esperaba, sintió pena y les curó sus enfermos… Se hacía tarde y sus discípulos le sugirieron que despidiera a la gente para que fueran a comprar comida, a lo que Él les respondió que les dieran ellos mismos de comer, aunque sólo tenían cinco panes y dos peces, mismos que bendijo, luego, organizó a la gente en grupos para que los discípulos repartieran… Sobraron doce canastos, después de alimentar a más de cinco mil hombres…
Nota litúrgica: Se puede ir leyendo esta reflexión y DETENERSE cuando aparezca una PREGUNTA o cuando se crea conveniente dialogar alguna IDEA.
[En el evangelio de hoy se nos cuenta uno de los relatos de la multiplicación de los panes, mismo que aparece seis veces en los cuatro evangelios. En Mateo, además del relato de hoy, se repite en el capítulo 16; Marcos también lo narra dos veces, en el capítulo 6 y en el 8; Lucas en el capítulo 9 y Juan en el capítulo 6. Todas estas narraciones, menos explícitamente en Lucas, acentúan que, a partir de este momento, el seguimiento de Jesús ya no será para todos, pues él defraudará consciente y consistentemente las falsas expectativas que depositan en Él.
Los evangelistas sitúan el relato de la multiplicación de los panes antes de la pregunta de Jesús de “¿quién dice la gente – ustedes – que soy yo?”. Después de esto las multitudes lo dejan, las autoridades lo rechazan y le exigen pruebas de su autoridad, algunos discípulos se apartan y los que permanecen a su lado declaran: “¿A quién iremos?, sólo tú tienes palabras de vida eterna. Todos los evangelistas coinciden: multiplicación – retirada de sus seguidores y hostilidad de las autoridades – confesión de su mesianismo – anuncio de la cruz.
Estamos, por tanto ante el relato de algo crucial, definitivo y definitorio en la vida y ministerio de Jesús.]
Las lecturas de este domingo nos ponen como telón de fondo el amor de Dios traducido en misericordia; Dios está dispuesto siempre a saciarnos espiritual y materialmente, no importa la situación en la que nos encontremos… Específicamente, en el evangelio, vemos a Jesús, amorosamente, aliviando el sufrimiento y organizando a sus discípulos y seguidores para saciar su hambre compartiendo gratuitamente… Enseñándonos que los problemas, incluso los económicos, se pueden solucionar cuando todos compartimos, inspirados por su ejemplo y palabra, los recursos para promover la salud integral y para que el pan alcance para todos, y, de paso, para hacer presente el amor de Dios en el mundo…
¿Qué hago para abrir mis oídos y para reflexionar y aplicar el mensaje de estas lecturas?
En esta narración, aparecen unos discípulos que aún no habían entendido el mensaje y estilo del Maestro, por eso proponen que la gente se vaya y solucione cada uno su problema. Y, para que aprendieran (aprendiéramos), Jesús les ordena algo que no parece lógico sino más bien imposible: “denles ustedes de comer”. Así, repetimos, quiso enseñarnos a organizamos para compartir lo que tenemos, aunque sea poco, no sólo para que seamos más humanos, sino para que sobren recursos… Cuando entre los cristianos hay carencias en unos y abundancia en otros, quiere decir que hay problemas de comunión y de comunicación… Recordemos que los relatos evangélicos no son sólo crónicas, sino que nos transmiten enseñanzas y significados… ¿Qué aprendo yo de este relato?
Después de un día escuchando y viendo actuar a Jesús, aquella gente fue capaz de compartir todo lo que tenían unos con otros. Él quiso desarrollar en ellos una espiritualidad capaz de descubrir a Dios en el necesitado y de actuar para resolver el “hambre”… Notemos bien que se está hablando de varios “panes y pescados”: la palabra predicada, la acción sanadora y el la comida compartida… Después de todos estos años con Jesús, ¿qué estoy dispuesto a compartir?
Conviene recordar que los relatos que encontramos en el evangelio, décadas antes de consignarse por escrito, se contaban oralmente y se reflexionaban durante la “fracción del pan”. Procuremos imaginar el rico ambiente que se vivía en aquellas primeras comunidades: los creyentes participaban alegremente en estas celebraciones, recibían perdón y paz espiritual, se confortaban mutuamente en sus dificultades, se alimentaban con la Palabra que Dios les dirigía, entraban en íntima comunión con Dios comiendo el cuerpo del Señor y bebiendo su sangre, llenaban su corazón con el amor fraterno y la comunión de bienes, etc.… De tal manera que recordar milagros como el de la multiplicación de los panes les debía haber parecido algo casi cotidiano y natural… ¿Yo me sigo alimentando de Jesús en mi Comunidad (de su Palabra, de su amistad, de su intimidad y manera de comprometerse)? ¿Percibo a Jesús como pan y vino que sacia todas nuestras necesidades al “comulgar” con Él en sus enseñanzas y en la eucaristía? ¿Al alimentarme del pan que Jesús multiplica me convierto también en granos molidos y uvas estrujadas para “alimentar” a mis hermanos, es decir, soy capaz de sacrificarme por el crecimiento de mis prójimos?
Un detalle que puede pasarnos desapercibido es que, después de que la gente se sació, se reunieron doce canastos con los restos que sobraron. No comieron de más y no guardaron para el camino… ¿Qué harían con aquella abundancia? ¿Lo regalarían en los caseríos cercanos a donde los discípulos querían enviarlos a comprar? No lo sabemos, pero, ¿qué haríamos nosotros? O, mejor, ¿qué hago yo ahora mismo con mis panes y mis peces?
PARA QUE TE ENCUENTRES CON DIOS, TE PROPONEMOS LOS SIGUIENTES EJERCICIOS PARA LA SEMANA:
1. Haz una lista a dos columnas. En un lado escribe las necesidades que percibes a tu alrededor y, en el otro, lo que tú sí puedes hacer para resolverlas.
2. Durante esta semana, ve escribiendo una oración a partir de las siguientes ideas:
“Señor, muchas veces yo tengo necesidad de apoyo y de afecto… y Tú me mandas gestos de amor y de amistad… te haces presente y me alivias en palabras, en miradas y en abrazos sanadores… Sé que, aunque yo me aleje de ti por mis (pre)ocupaciones o mis pecados, nunca me retiras tu amor… Eres más fuerte que todos mis temores y reconstruyes mi humanidad a veces rota… Y, una vez que me has hecho aprender la forma en que me “re-creas”, me conviertes en tu Palabra para mis hermanos que sufren… Quieres que vaya de tu parte como riqueza que remedia las pobrezas, como sonrisa más allá de las lágrimas, como certeza más allá de las dudas, como nutritivo pan para el hambre, como bebida reconfortante, como medicina para el dolor, como lazo de comunión… Tú me envías como Pan/Palabra que se multiplica…” |
GUIA: Unidos como hermanos, profesamos nuestra fe… Creo en un solo Dios…
Nota litúrgica: El guía hace la oración inicial y final y las peticiones las van presentando los participantes.
GUIA: Cuando la gente que lo seguía mostró sus necesidades, Jesús se llenó de compasión. Presentémosle ahora todas las preocupaciones de nuestros hermanos necesitados, y digámosle:
Señor, sacia nuestra hambre y nuestra sed.
1. Por el Papa, los obispos, los sacerdotes y los diáconos, para que puedan satisfacer el hambre de amor, de justicia, de verdad y de esperanza del pueblo, proclamando íntegra y fielmente el mensaje de la Buena Noticia de Jesús. Roguemos al Señor.
TODOS: Señor, sacia nuestra hambre y nuestra sed.
2. Por la Iglesia, cuerpo de Cristo, para que sepa ayudar a las gentes a descubrir y expresar sus aspiraciones más profundas y las enriquezca con los más elevados valores del evangelio. Roguemos al Señor.
TODOS: Señor, sacia nuestra hambre y nuestra sed.
3. Por los gobernantes y líderes políticos del mundo, por los científicos y empresarios, para que colaboren desinteresadamente a solucionar el problema la salud y del hambre en el mundo, y provean a un mundo hambriento no sólo alimento material, sino también dignidad, justicia y paz. Roguemos al Señor.
TODOS: Señor, sacia nuestra hambre y nuestra sed.
4. Por los enfermos y por los que viven en soledad, por los desalentados, por los que tienen hambre de espiritualidad, de amor y de aceptación, para que nuestro amor y preocupación por ellos sean signos de que Dios no los abandona. Roguemos al Señor.
TODOS: Señor, sacia nuestra hambre y nuestra sed.
GUIA: Señor Jesucristo, que ninguna prueba ni inquietud nos separe del amor del Padre, que se ha acercado a nosotros por medio de ti, Señor nuestro, por los siglos de los siglos.
TODOS: Amén.
GUIA: Pidamos a Dios nuestro Padre el alimento que necesitamos cada día, también el pan de su palabra y de la eucaristía.
TODOS: Padre nuestro…
GUIA: Decimos juntos:
“Creo, Jesús mío, que estás real y verdaderamente en el Cielo y en el Santísimo Sacramento del altar. Te amo sobre todas las cosas y deseo vivamente recibirte dentro de mi alma, pero no pudiendo hacerlo ahora sacramentalmente, ven al menos espiritualmente a mi corazón. Y como si ya te hubiese recibido, Te abrazo y me uno del todo a Ti. Señor, no permitas que jamás me aparte de Ti.” Amén. |
GUIA: Cuando venimos juntos a recibir al Señor en la eucaristía, Él está aquí para nosotros, no sólo para consolarnos y para fortalecernos en nuestra vida cristiana, sino también para retarnos a repetir las acciones que Él realizó:
Vibrar con misericordia ante el sufrimiento ajeno, aliviar el sufrimiento ajeno y compartir nuestro pan con los hambrientos.
Para que el Señor nos dé esta fuerza, pidamos su bendición:
Que la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo
descienda sobre ustedes y los acompañe siempre.
TODOS: Amén