¿En qué frutos se nota que soy de los que aceptan y comparten el mensaje de Jesús?
Pbro. J. Jesús Suárez Arellano
¿QUÉ NOS DICE DIOS EN ESTE DOMINGO?
Isaías 55, 10-11: El profeta compara la Palabra de Dios con la lluvia y la nieve que tienen una tarea que cumplir antes de evaporarse para volver al cielo: empapar la tierra, fecundarla, hacerla germinar para que dé semilla y alimento…
Salmo 64: Dios es un Sembrador que cuida y prepara la tierra con llovizna, riego y bendiciones… Obtiene frutos… Alegremente da de comer a los rebaños… Toda la naturaleza aclama y canta…
Romanos 8, 18-23: Pablo nos da un mensaje de esperanza: la gloria futura vale más que todos los sufrimientos presentes. Mientras tanto, aguardamos la redención de nuestra naturaleza humana y la de toda la creación…
Mateo 13, 1-23: Jesús, desde una barca, enseña a la multitud que permanece en la orilla. Hoy cuenta a todos la parábola del sembrador y, luego, la explica a sus discípulos en privado… La semilla, que representa a la Palabra de Dios, es lanzada con generosidad en todas direcciones, pero el fruto dependerá de la calidad y preparación del terreno…
REFLEXIONEMOS:
Iniciamos hoy la lectura del capítulo 13 del evangelio de San Mateo, del que leeremos, en tres domingos seguidos, una compilación de siete Parábolas sobre el Reino. Es como si Jesús quisiera responder a cinco preguntas (implícitas):
DOMINGO | PARÁBOLAS | PREGUNTA |
XV | El sembrador. | ¿A qué se debe que cada persona acepte el mensaje de Jesús de forma distinta? |
XVI | El hombre que sembró trigo y le nació cizaña. | ¿Qué actitud debemos adoptar con los que rechazan ese mensaje? |
El pequeño grano de mostaza y la levadura de trabaja. | ¿Qué futuro tiene este mensaje aceptado por tan pocas personas? | |
XVII | El tesoro escondido y la piedra preciosa encontrados y valorados. | ¿Vale la pena comprometerse con él? |
La red que se llena de todo tipo de peces. | ¿Qué ocurrirá a los que aceptan el mensaje, pero no viven de acuerdo con los ideales del Reino? |
Las parábolas, a partir de descripciones muy simples, hacen pensar, cuestionan, involucran y obligan a tomar de postura y a comprometerse… Por eso y más, el Maestro las usó para enseñar realidades trascendentes y para impulsar a sus oyentes en su desarrollo integral, pues nos hacen soñar y nos obligan a descubrir posibilidades insospechadas como, por ejemplo, el llegar a producir el ciento por uno de cada buena idea que Él nos inspira…
La parábola del sembrador que hoy reflexionamos se ha abordado, al menos, desde tres ángulos: fijarnos en el sembrador y su estilo de sembrar, intentar descubrir qué cosa es la semilla y, por último, hablar de la calidad e los diferentes terrenos…
1. EL SEMBRADOR Y SU ESTILO
El sembrador es fácilmente identificable, se trata de Dios / de Jesús, que siembra incluso donde una persona razonable no lo haría – en terreno duro, pedregoso o poco profundo – pues Él es generoso con sus semillas… Él mantiene la esperanza en alto… Va repartiendo buenas ideas y sueños de conversión, crecimiento y vida plena para todos, sin importarle el estado del campo…
¿Cuánto conozco a este Sembrador?

2. LA SEMILLA
En un primer momento decimos que la semilla es la Palabra de Dios… y eso está correcto. Pero, profundicemos, las semillas son como “trocitos” de Dios mismo y su proyecto de plenitud que podemos ir descubriendo dentro y fuera de nosotros en nuestros prójimos y en la creación… Jesús lo llama “palabra del Reino”; es la presencia de Dios en nosotros y a nuestro alrededor que hemos de descubrir y cuidar como de una “semilla” para que germine, crezca y dé fruto… Son las “semillas del Verbo”… La semilla es siempre poderosa y buena, pero respeta la “libertad” del suelo… (Ciertamente muchas de estas semillas están en las Escrituras, pero hay más semillas diseminadas por ahí…)
¿Qué semillas va sembrando en mí el Señor? ¿Cómo sé si soy capaz de identificar, valorar, cuidar y cultivar, amorosa y respetuosamente, las “semillas” del Reinado de Dios?
3. EL TERRENO
Según la parábola había cuatro tipos de terreno: el camino, el pedregoso, el lleno de hierbas y la tierra buena…
Casi siempre pensamos que cada persona es solamente de un tipo de tierra. Entonces decimos que esta persona es de esas que tienen muchas piedras o aquella de las que tienen abrojos asfixiantes, aunque sería más correcto decir que todos tenemos áreas de nuestra vida o etapas en las que estamos endurecidos, nos falta profundidad o necesitamos despejar la cizaña… En un mismo campo puede haber variedad de condiciones para las semillas:
- Áreas de la persona tan endurecidas porque muchos han caminado por encima que no permiten que las “semillas” que le caen encima penetren y, por lo tanto, pierden su vitalidad o le son arrebatadas…
- Áreas de la persona con abundancia de “piedras”, sin profundidad ni constancia, parecen entusiasmarse, pero se desaniman rápido… Los campesinos expertos remueven las piedras y construyen muros de protección con ellas…
- Áreas de la persona con demasiadas preocupaciones o ambiciones irreales que sofocan los proyectos iniciados…
- Y tierra buena, áreas libres de conflicto y en las que se puede hacer procesos productivos…

Si la semilla es buena y la tierra también, ¿qué me impide dar fruto hoy: la dureza de mi corazón, las malas experiencias del pasado o mis profundas angustias y aspiraciones superficiales?
Apuntemos unas líneas (tentativas) sobre en qué consiste el “dar fruto”. Ciertamente no consiste solamente en hacer obras impresionantes o en tener éxito, tampoco en el mero y vacío cumplimiento de normas morales o rituales… Tal vez, el “dar frutos” comienza por tomar conciencia de que Dios tiene un plan de realización para todos los seres humanos y para la creación entera y no entorpecerlo; tal vez, para “dar frutos” debemos dejarnos conducir por el Espíritu hacia la plenitud que Dios quiere para nuestra humanidad; tal vez, “da frutos” sea sabernos y vivir como hijos de Dios, redimidos y liberados de la esclavitud del pecado; tal vez, “dar frutos” consista en “apuntar” hacia la gloria que Él nos tiene preparada; tal vez, “dar frutos” sea mejorar nuestra manera de relacionarnos con nuestros hermanos, con la creación y con Dios… Y, al fructificar, llevar semillas dentro de nosotros y salir a sembrar con nuestro amigo… ¿Qué frutos voy dando y qué semillas voy esparciendo por el mundo? ¿Mis frutos sirven para alimentar los planes de Dios?
PARA QUE TE ENCUENTRES CON DIOS, TE PROPONEMOS LOS SIGUIENTES EJERCICIOS PARA LA SEMANA:
- Haz un ejercicio de imaginación…
Respira profundo repetidamente e imagina que tú eres un campo…
¿Cuánto mide? ¿Cómo es, tiene colinas, arroyos, árboles, tierras de cultivo, etc.?
Todo terreno que se usará para la siembra debe prepararse… ¿Quiénes y cómo me han preparado a mí?
¿Quiénes y qué han sembrado en mí? ¿Qué y cuánto fruto he dado?
¿Qué partes de mí son más fértiles?
¿Qué planes hay para mejorar este terreno?
Ve escribiendo la historia de este terreno que eres tú… Descubre sus fortalezas y el trabajo que aún falta por realizar en Él…
Luego, comparte tu escrito con alguna persona cercana…
- Durante esta semana, en tu oración platica con tu amigo el Sembrador sobre
- lo que has hecho con sus semillas,
- los frutos que has dado,
- las semillas que has sembrado a tu alrededor, especialmente en tu familia y tus amigos más cercanos,
- lo que has sembrado y cosechado para beneficio de la sociedad y de la Iglesia…
Finalmente, evalúa junto con Él si tu terreno, tus frutos y tus semillas contribuyen a que su Reino se extienda por el mundo.
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