El tañer de la campana nos hace despertar cada día agradecidos con Dios pues sabemos que despertar es un regalo que nos compromete al amor y al servicio.
Francisco Josué Navarro Godínez, 2° de Filosofía
¡Qué bello es el canto de una campana! Tanto es así que, suena en los momentos más importantes, en los más festivos, y en los más tristes. Parece ser la porta voz del mismísimo Dios, pues con sus potentes pero dulces sonidos nos recuerdan que el Señor está siempre con nosotros.
Cuenta mi tía abuela que, siendo religiosa, en su convento a cada hora se hacía sonar una campana para recordar a la comunidad que se encontraban en la presencia de Dios.
¡Qué fea voz tiene Dios!

Un sacerdote me platicaba una anécdota ocurrida en la casa del Seminario del curso introductorio que se encuentra en la sierra de Tapalpa: estaban allí los apasionados seminaristas tomando clases en una fría mañana de enero, y, como se han de imaginar, abrigados a no más poder ya que siendo una zona boscosa y más en esas temporadas no se puede estar de otro modo, el Padre prefecto, quien era el que les impartía la clase de formación humana, les motivaba diciéndoles: “hijos, escuchen la campana, ¡es la voz de Dios!” entonces se escuchó entre los interpelados una espontánea confesión, “¡Padre, pues qué fea voz tiene Dios!” seguido de un mar de risas.
Y para ser sincero, escuchar “la voz de Dios” cada mañana en punto de las 5:30, es de lo más feo y más hermoso. Feo en cuanto que nuestro sueño se ve interrumpido y es momento de arrancar motores. Hermoso, en cuanto que es una nueva oportunidad de responder al Señor, pues nos da otro día para vivir, nos reitera su invitación para estar con él, y nos motiva una vez más para alcanzar la santidad.
¿Y qué nos queda? Repetir las palabras de la Virgen María: ¡fiat! un hágase en mí todo aquello que me tienes preparado, es por eso que inmediatamente después de escuchar la campana, o en el caso del Seminario Mayor, el timbre, salimos de nuestras habitaciones para rezar juntos el Angelus comenzando nuestro día en el nombre de Dios y consagrándonos a él, a la maternal protección de su Madre y al cuidado de nuestro ángel custodio.
Todo es para bien
Nos acostamos horas después de que el astro rey se oculta y nos levantamos antes de que éste nos visite, ¿cuesta llevar este ritmo cada día? ¡Por supuesto! Sin embargo, va forjando en nosotros carácter, pues sabemos que despertando temprano podremos aprovechar de la mejor manera el nuevo día que el Señor nos da, que somos afortunados pues podemos aprovechar el tiempo en la oración y meditación (que es vital en la vida de todo cristiano, máxime en la de quienes quieren consagrar su vida por completo al servicio del altar y de los hermanos), en el estudio, el deporte, la convivencia, esta disponibilidad de tiempo difícilmente la tienen los jóvenes que deben desplazarse grandes distancias para estudiar o trabajar y es para nosotros una oportunidad que valoramos mucho.
Todo nos forma, y lo que nos cuesta más, es más provechoso para nuestras vidas. A veces me pregunto, ¿a nuestros padres les costará levantarse cada mañana muy temprano para ir a trabajar? la respuesta es sí, mas ¿por qué lo hacen?, ¿qué los motiva?
Querido lector, esta misma pregunta te la dirijo, ¿qué te motiva cada mañana a levantarte? ¿el superarte, lograr tus sueños, tu familia? Hice hace un tiempo este cuestionamiento a mis papás y su respuesta concluyó en algo tan sencillo y tan profundo, por amor.
Y así es que cada mañana, aquí en la Casa del Maestro escuchamos sonar, potente y dulce la “voz de Dios”, sabiendo que es una nueva oportunidad para lograr grandes cosas, para forjarnos, para valorar, para crecer, para dar lo mejor de nosotros mismos y como María decimos hágase, motivados siempre por el Amor que es quien nos llamó.