Editorial de Semanario. Edición #1219, domingo 14 de junio de 2020
La función pública es una excelente oportunidad para que los políticos jóvenes demuestren con sus valores y actitudes que pueden aspirar a nuevas responsabilidades. Cierto que el escenario presente no es precisamente fácil, ganarse nuevas postulaciones exige haber dado por lo menos pasos muy sólidos en la solución de los tres mayores retos que enfrenta la sociedad mexicana: la inseguridad, la impunidad y la corrupción.
Pese a los avances observados, todavía nos falta mucho por lograr; si se convocara a un encuentro con todas aquellas personas que en los últimos dos años fueron víctimas de cualquier tipo de delitos y que a la fecha no se les ha hecho justicia, no nos cabe duda de que la asistencia sería multitudinaria, eso es ni más ni menos impunidad.
Pero la impunidad no camina sola, va de la mano de la corrupción, pues corrupción es dar cargos a personas incapaces de desempeñarlos, dilatar el ejercicio de la justicia, liberar a delincuentes confesos por una falla administrativa, seguir pidiendo o aceptando sobornos para agilizar trámites o evitar multas, copar, amenazar o silenciar a los medios de comunicación, y todo esto sigue pasando en Jalisco y en México.
Mientras la impunidad y la corrupción sigan adueñándose de la vida del país, la inseguridad, lejos de abatirse, seguirá creciendo, confiada en que en México todo se puede comprar o por las buenas o por las malas, y no pasará nada.
Por lo mismo, llama poderosamente la atención, que los sucesos del 4 de junio en Guadalajara, estén siendo analizados por la inmensa mayoría de medios locales y nacionales no como la protesta contra la impunidad en el caso del joven Giovanni, asesinado en manos de la policía, sino como parte de la guerra personal entre presidente de la República y gobernador del Estado, de ser así, la sociedad estaría ni más ni menos como rehén de los intereses políticos de dos personas, sometida a dos fuegos no para su beneficio sino en aras de una lucha entre políticos.
Pero, además, el desarrollo de los hechos puede ser la ocasión de transmitir mensajes muy equivocados a la gente, por ejemplo, que para que a una víctima se le haga justicia pronta y expedita debe haber no sólo una gran manifestación, sino que, además, debe ésta ser violenta. Así pareció, pues un crimen ocurrido hacía ya un mes, y que permanecía impune, apenas se dio esta lamentable asonada, de inmediato fueron apresados tres de los responsables en dicho delito ¿por qué no antes?, ¿por qué fue necesario llegar a tan penoso extremo?
Qué pena que a los posibles manipuladores de la protesta se les haya dado tan excelente pretexto, el de la impunidad y la corrupción reales que siguen imperantes.
Por lo pronto, los gastos están corriendo por cuenta de todos, de los policías agredidos y de la ciudadanía con cuyo dinero habrá que reparar los daños infligidos a causa de una guerra que no fue iniciada por la gente.