Editorial de Semanario #1175
“¿Dónde está tu hermano Abel?”, Génesis 4,8
Uno de los principios básicos de la Ética lo constituye la búsqueda del bien común, fundado en la vida y la dignidad inviolable de la persona humana; la cual constituye un fin en sí mismo y nunca un medio para la consecución de un determinado objetivo. La pregunta por la suerte del otro es éticamente incómoda.
Es sencillamente compartir el dolor del otro, sus sufrimientos, esperanzas y anhelos. Es converger hacia un centro común que esté sustentado en la verdad, en la justicia y en la igualdad, valores propuestos por la época moderna pero que se desprenden del Evangelio de Jesús de Nazaret.
Donald Trump, aplica la criminalización étnica, agrede a mexicanos, y luego un hombre armado con una AK 47 mata a cuantos puede en El Paso Texas. En su pedagogía a través de Twitter identifica enemigos, y luego un seguidor suyo los asesina. Formas de hablar y actuar, una retórica rabiosa que debemos analizar, porque acá en México, también tenemos comportamientos análogos, muy parecidos.
Las palabras importan. Desde la tribuna más alta del país, se educa a Caín, con expresiones despectivas para los que se atreven a criticar, se canalliza con violencia verbal, tanto con las palabras que pronuncia el presidente, y el gobernador de estos lares, y las que se diseminan por las redes sociales.
Por eso, las palabras debemos usarlas responsablemente, cívicamente. La retórica de negar al otro, de anularlo, como política pública, genera un clima de violencia que no se puede contener.
El terrorista de Texas, fue a impedir la “invasión hispana”; aprendió a odiar a los migrantes, porque el líder político de su país, le enseñó a hacerlo.
Al otro lado de la frontera y en nuestro país, la discriminación por ser y pensar diferente está aumentando. Pasar de la estigmatización del otro, a la violencia, hay sólo una AK 47 de por medio.
El relato del conflicto de Caín y Abel es el drama de la lucha del hombre contra el hombre. El conflicto de intereses políticos y económicos de Estados Unidos contra México, no tiene como objetivo la búsqueda del bien común o de políticas públicas que aseguren la paz y la reconciliación en la frontera.
No podemos quedarnos en el rincón de la apatía, ni repetir la contra pregunta de Caín: ¿Soy acaso yo el guardián de mi hermano? La cerrazón de Caín es resultado de que responder por la realidad que nos corresponde vivir es un desafío sólo para personas que le duelen sus hermanos.
La vida, la dignidad y el futuro de tantos migrantes, es un tesoro que llevamos en vasijas de barro. Es necesario que vayamos creando un ambiente de reconciliación, que nuestras comunidades sean un lugar de encuentro con el otro. Hay que oponernos al lenguaje que desacredita al otro en función de las identidades. Hay un principio de política social que dice “contra violencia, convivencia”.
En Caín y Abel vemos reflejada la beligerancia contra los migrantes. La sangre de Abel continúa gritándonos y exigiéndonos desde la tierra en la cual cayó, en El Paso, Texas.