«No me rechaces ahora en la vejez, me van faltando las fuerzas, no me abandones» (Sal 71,9)
Pbro. Ramiro Magallanes Hidalgo*
En el esfuerzo de un ejercicio etnológico, me he dado la tarea de pasear por las calles de los antiguos barrios, colonias y zonas de la Guadalajara del ayer y del hoy, en ellos se pude contemplar por sus construcciones y sus habitantes, el estilo de familias, los rasgos sociales y los estratos generacionales. Caminar por las nuevas realidades de fraccionamientos y conjuntos de unidades habitacionales hace cuestionarse sobre los modelo de sociedad y familia que estos emanan y sobre el imaginario de los desarrolladores modernos, que de alguna forma se sujetan más intereses económicos que a proyecciones de realidades futuras (Cf. Papa Francisco, Laudato si 147-148)
Los nuevos modelos sociales y familiares
La influencia de ideologías, mentalidades de exclusividad, utilitarismo, el avance tecnológico, los modelos económicos, la vivencia de la impunidad y la corrupción, entre otros son factores que van moldeando los nuevos modelos familiares y sociales. Los cuales van forjando una sociedad de excluidos como bien lo dice el papa francisco, estos ingredientes van dibujando un panorama negro para la época de la vida gris.
A la par se impugna como discurso doble, por una sociedad más incluyente, más tolerante, un discurso que tiene forma pero no fondo, pues se impugna por modelos familiares donde no hay espacio físico ni afectivo para los hijos y el adulto, con ello se avizora practicas consecutivas como la eutanasia y el aborto.
En medio de esta vorágine de lo inhumano, con mascara y maquillaje de filantrópico, de la descalificación y la tibieza o adormecimiento pastoral, emergen nuevos escenarios con tinte de urgencia, importante, necesario, pertinentes y relevantes. Una de ella es la tercera edad o el adulto mayor.
Los ancianos en la familia y la sociedad en Amoris Laetitia
Es necesario escuchar el grito silencioso de los ancianos, por miedo a la soledad. De forma que interpela a las familias y a las comunidades, de nuestros tiempos, «la Iglesia no puede y no quiere conformarse a una mentalidad de intolerancia, y mucho menos de indiferencia y desprecio, respecto a la vejez. Los ancianos son hombres y mujeres, padres y madres que estuvieron antes que nosotros en el mismo camino, en nuestra misma casa, en nuestra diaria batalla por una vida digna». Por ello es necesario ser una iglesia que de la alegría desbordante de un nuevo abrazo entre los jóvenes y los ancianos!».
San Juan Pablo II nos invitó a prestar atención al lugar del anciano en la familia, porque hay culturas que, han llevado y siguen llevando a los ancianos a formas inaceptables de marginación».
Quienes rompen lazos con la historia tendrán dificultades para tejer relaciones estables y para reconocer que no son los dueños de la realidad. Entonces, la atención a los ancianos habla de la calidad de una civilización. Esta civilización seguirá adelante si sabe respetar la sabiduría, la sabiduría de los ancianos.
La ausencia de memoria histórica es un serio defecto de nuestra sociedad. No se puede educar sin memoria. Una familia que no respeta y atiende a sus abuelos, que son su memoria viva, es una familia desintegrada; pero una familia que recuerda es una familia con porvenir. En una civilización en la que no hay sitio para los ancianos o se los descarta porque crean problemas, esta sociedad lleva consigo el virus de la muerte. El fenómeno de la orfandad contemporánea, desarraigo y caída de las certezas que dan forma a la vida, nos desafía a hacer de nuestras familias un lugar donde los niños puedan arraigarse en el suelo de una historia colectiva.
El Papa subraya la importancia de los ancianos porque:
- Ayudan a percibir «la continuidad de las generaciones», con «el carisma de servir de puente».
- Aseguran la transmisión de los grandes valores a sus nietos.
- A ellos deben la iniciación a la vida cristiana.
- Sus palabras, sus caricias o su presencia, ayudan a los niños a reconocer que la historia no comienza con ellos, que son herederos de un viejo camino y que es necesario respetar el trasfondo que nos antecede. (Cf. Amoris Laetitia 191-193)
Esta pastoral emergente nos invita a tomar en cuenta los siguientes aspectos:
- Cada vez se impone una pastoral, en esta y otras tareas pastorales, la multidisciplinar-edad e interdisciplinariedad.
- Impugnar por propuestas, visiones y proyectos más ecológicos con la persona humana en todo el arco de la vida.
- Despertar el sentido colectivo de gratitud, de aprecio, de hospitalidad, que hagan sentir al anciano parte viva de su comunidad.
- Construir sociedades coherentes en discursos y acciones que ayuden aprender a envejecer, física y psicológicamente, es decir cambiar la percepción cultural.
- Acentuar y favorecer el sentido comunitario eclesial y social donde se estrechan lazos de comunión, se construye la identidad y se viven esquemas de caridad autentica.
- Favorecer modelos familiares de roles claros y vínculos fuertes con el sentido comunitario.
Optar desde hoy por una pastoral de adultos mayores nos haría responder desde una pastoral prominentemente urbana a una cultura de prevención a futuro y a la solución de la realidad desde la misma realidad.
*Dimensión Diocesana de Pastoral del Adulto Mayor