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El Amor no tiene porque terminar con la muerte

Si bien cuando un ser querido fallece entramos en un periodo de tristeza, hay una luz al final del túnel y hoy la tanatología nos invita no a hacer un cierre sino a resignificar nuestra relación con el ser amado que se ha transformado para la vida eterna.

Sonia Gabriela Ceja Ramírez

Cuando un ser querido se va nos queda el silencio en el exterior y la desolación por dentro.

Vivir un proceso de duelo no es fácil y más cuando se acercan fechas conmemorativas como los cumpleaños, aniversarios, navidades, o incluso el día de muertos.

Recordar es volver a vivir pero recordar también puede ser una práctica no muy sana si dejamos que el dolor nos invada, sin embargo, si sabemos manejarlo, recordar a nuestros difuntos puede ser sanador.

No se trata de olvidar sino de recordar sin dolor

Durante el mes de noviembre les recordamos de manera particular pues el día dos conmemoramos a nuestros fieles difuntos y se abre, incluso en días anteriores, la puerta a una gran cantidad de celebraciones que van desde las religiosas, culturales, tradicionales y gastronómicas.

La psicóloga y tanatóloga Alicia Hernández Martínez, nos explica que, recordar de manera sana a nuestros seres queridos, nos ayuda a resignificar la muerte.

“Cuando una persona muere, hay quien cree que el proceso de duelo es olvidar y tienen miedo de soltar su dolor, incluso porque el dolor es lo que los vincula al recuerdo de la persona.

“Cuando elaboramos el duelo de manera saludable, creamos lazos continuados que tienen que ver con los rituales y las conmemoraciones y que se vuelven muy sanadores.

“Resignificar tiene que ver con recordar aquello que nos dejó, de manera positiva, la persona que ya no está, cuanto más en estos momentos de pandemia en que no hemos podido realizar los rituales pertinentes como los velorios, los novenarios, los triduos y el mismo entierro o incineración que es parte de las despedidas o cierres del cuerpo que habitó ese ser querido, porque el ser, no es el cuerpo, sino que el ser va a trascender en nosotros de distintas maneras, según la relación personal que cada uno hayamos tenido con él o con ella”, afirma la especialista quien recomendó honrar a las personas a través de rituales como los altares de muertos recordando sus gustos y su paso por esta vida.

Fuimos creados para la eternidad

Además, añadió, estos rituales nos ayudan a aceptar que la vida y la muerte no son conceptos separados sino que estar vivimos implica morir. “Todos vamos a morir algún día aunque no sepamos ni cómo ni cuándo”.

Explicó que en las circunstancias actuales que estamos viviendo es un poco más difícil enfrentar la muerte de nuestros seres queridos pues quienes pierden la vida por el covid, lo hacen mediante un proceso más o menos rápido que no nos permite acompañarlos y que tampoco nos da oportunidad de prepararnos, y que además nos deja muchos interrogantes. “Esto hace que enfrentemos emociones como la tristeza profunda, el enojo, que sin duda hacen parte del duelo.

“Sin embargo, lo que estamos viviendo, también nos hace reflexionar en que nos debemos preparar durante toda la vida, es decir, disfrutando lo que tenemos pero pensando en que somos finitos”.

Incluso, es una ocasión para enseñarles a los niños y recordar nosotros mismos que todo tiene un principio y un fin. “El mismo día puede llegar a ser un gran maestro, decir, bueno amanecimos, empezó de nuevo, y en la noche, se termina. El concepto de principio y fin es muy importante. El proceso de una flor, por ejemplo, e incluso de los frutos, que podemos ir viendo cómo se van transformando hasta el momento en que ya no tienen vida”.  

Ver nuestra evolución y crecimiento, el paso por las diferentes etapas de crecimiento nos hace visibilizar nuestra naturaleza e ir perdiendo el miedo a la muerte.

“Cuanto más si eres una persona cercana a tu espiritualidad, a tu fe, eso ayuda mucho más a darnos cuenta de que el transitar por aquí no es una despedida sino una trasformación, para llegar a nuestro Ser Supremo”.

Acompañarnos en familia

Hernández Martínez aseguró es importante incluir a los niños, adolescentes y jovencitos en nuestra vivencia de la pérdida.

Explicó que los niños comienzan a tener un pensamiento más concreto a partir de los 10 u 11 años, que es cuando empiezan a darse cuenta de que la muerte es universal, irreversible y permanente. “Cuando son más chiquitos, tienen un pensamiento mágico, ellos creen que sí, su abuelo, su mamá o su papá se convierte en estrella; ellos si creen que puede ser un colibrí el que venía a visitarnos; ellos sí creen y no saben qué es la muerte. Creen que lo ven en la tele, que se muere un animalito y vuelve a revivir. Creen que se durmió y que va a despertar, pero ya a la edad de 10 u 11 años, ya se les puede explicar.

“Lo más recomendable es no usar analogías  como decir que ‘se durmió’ o que ‘se subió’. A los niños les puede provocar un mayor trauma el querer llegar hasta donde está su familiar o esperar a que regrese. Los adultos somos los que le damos la connotación emocional a la palabra muerte”. Es importante ser claros y honestos de acuerdo a la etapa de desarrollo del niño. 

Para cada uno es diferente

La psicóloga explicó que el duelo es un proceso personal y que cada quien, incluso los miembros de la misma familia, lo viven de manera distinta de acuerdo a la relación que tuvieron con el difunto y también de acuerdo a las herramientas emocionales, de experiencia y de vida que cada quien tenemos.

“Incluso en una familia de cinco hijos, cada uno va a vivir el dolor de manera diferente. Pudo haber hijos muy cercanos y otros muy distanciados; pudo haber sido una pareja que ya eran más amigos que pareja, y su duelo es distinto. El duelo es algo muy personal y muy íntimo”.

La tanatóloga recomendó acompañar con paciencia a quienes han perdido a alguien cercano: “evitar las frases cliché que están vacías; vale más escuchar, estar presentes, en silencio, tal vez llevar algo de comida, hacer oración, estar atentos a lo que se les ofrece a los dolientes. Es mejor llevar mandado, que palabras como: cuenta conmigo, cuánto lo siento, porque en realidad no lo sentimos; no sentimos lo que la persona está viviendo. 

“A los niños hay que validar sus emociones. Si nos dicen, me siento triste, o me siento muy enojado porque se fue y me dejó, hay que decirles que es normal sentirse tristes o enojados, reafirmar lo que los niños están sintiendo, dejar que expresen sus emociones.

“Otra recomendaciones es no pelearnos con una determinada idea de tiempo: ya pasaron seis meses y tú sigues llorando. O ya pasaron tres meses y tú no puedes dormir ¿cómo es posible? La crítica en estos casos, los señalamientos, no ayudan al proceso de duelo”.  

Hay que gestionarnos nosotros mismos

Alicia Hernández que como dolientes es importante tenernos paciencia, “no exigirnos querer estar bien inmediatamente, quizá buscar grupos de ayuda en duelo según el tipo de pérdida que hayamos tenido pues incluso cuando las pérdidas hayan sido diferentes, el ser escuchados nos ayuda a generar empatía y a no sentirnos solos.

“Otra alternativa es unirnos a algún apostolado en la Iglesia pues esto nos ayuda a no aislarnos y manejar mejor la depresión, pues cuando esta se vuelve poco llevadera es recomendable buscar la ayuda de profesionistas en psicología, médicos o sacerdotes que pueden canalizarnos con las personas o instituciones correctas.

Algunas otras recomendaciones son tomar el sol cinco o 10 minutos diarios, tratar de alimentarnos, beber agua y hacer ejercicio.  

“Otra forma de ir elaborando el duelo es hacer algún ritual como comprar un árbol o la flor amada por la persona que se fue y hacer un pequeño huerto para honrar su memoria”.

Volverlo un proceso virtuoso y no tortuoso

“Hay quienes están haciendo osos con las prendas de su ser querido o se pueden guardar en un cofre las fotografías, la corbata, la mascada de la abuela.

“Me tocó atender a una niña que a su ser querido le encantaban los atardeceres, entonces ella comenzó a tomar fotografías de atardeceres divinos para venderlas y donar el dinero a una institución, esa es una manera de hacer virtuoso tu proceso, haciendo algo en honor a tu ser amado y que lo destines a otros que están necesitando de ayuda”.  

“En la antigua intervención en duelo se buscaba hacer estos rituales a manera de despedida, como cortando la relación, ahora se busca crear lazos continuados, es decir, continuar la relación con los que se fueron con cosas tan sencillas como preparar la comida que les gustaba o las recetas que ellos preparaban”.

Algún día también nosotros partiremos La especialista señaló que la mejor manera de prepararnos para cuando nos toque a nosotros, es hacer conciencia de que somos temporales. “Hay que darle valor a la vida, al día y a día, valor a nuestro tiempo y nutrirlo con nuestros seres amados; con nosotros mismos, amándonos y ofreciendo lo mejor de nuestras posibilidades a los que nos rodean. “Empezar a disculparnos, a ser más tolerantes y comprensivos. Escuchar más y regañar menos, practicar la asertividad para que cuando nos toque, nos vayamos satisfechos y sin culpas”.

Acerca de Hugo Rodríguez

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