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Román Ramírez Carrillo

La esperanza de vida, no deja de crecer en México y en el mundo. En el inicio del siglo XX el promedio era de 60 años; ahora, donde la economía florece, es poco mayor de 80 años. Los logros de las diversas tecnologías seguirán creciendo y con ellas se agregarán más años a la vida.

¿Con la edad llega la infelicidad?

Las personas cuya calidad de vida, en lo material, social y económico sea buena o adecuada, disfrutarán vivir más tiempo. Sin embargo, la soledad, la depresión, abandono familiar, maltrato, suicidios y la sensación de no pertenencia al medio social son elementos que impiden vivir una vejez plena y satisfactoria, en comunidad, ya no digamos feliz.

El binomio pobreza y vejez siempre es un círculo; la vida se detiene cuando a la falta de dinero y a la ancianidad se agregan enfermedades, muchas incurables. En México, las patologías crónicas son características de la vejez. Convivir con ellas con dinero es complejo; sin dinero, un infierno cotidiano. En la ancianidad, la mayoría de las veces, la muerte llega acompañada de periodos largos de dolor, incapacidades e indignidad.

Habrá que preguntarnos si hay un divorcio entre longevidad y felicidad, ya que nos faltan datos estadísticos que nos ilustren, pues pareciera que la mayoría de los ancianos en México no son felices.

Dejamos de valorar a los ancianos

El viejo ha sido desplazado, su sabiduría no se aprecia; la idea de que era fuente de consejos, es ya obsoleta. El viejo proverbio que decía que “Todo anciano que se muere es una biblioteca que se va”, es ya anacrónico en estos tiempos que corren.

En las sociedades tradicionales, el viejo encierra en sí el patrimonio cultural de la comunidad, y en las sociedades millenials, se ha trastocado la relación entre quien sabe y quien no sabe. El viejo se convierte en alguien que no sabe con respecto a los jóvenes que sí saben.

La alta tasa de suicidios en la vejez se vincula a la sensación de abandono y soledad, sobre todo en un mundo hiperconectado, donde los viejos son relegados. La soledad es una constante en la vejez, una suerte de mala amiga de los años postreros.

No los abandonemos

La medicina, en esta etapa de la vida, la senectud, tiene dos retos: o medicalizar la vida, esto es, procesos encaminados a detener el proceso de envejecimiento y a vivir una vida plena libre de dolor y sufrimiento, o medicalizar la muerte, prolongando la vida a pesar de la certeza del fracaso de las medidas terapéuticas y de la certeza del final.

Valorar los criterios sociales de atención a los ancianos, desde la perspectiva del bien común, puede ayudarnos a discernir, opinar, y participar activamente en apoyo de nuestros ancianos. 

El adulto mayor, sin la protección de la sociedad y de la familia, tiene pocas esperanzas de vivir con dignidad.

La cultura del descarte que denuncia el Papa Francisco, así como la falta de solidaridad, y compasión, característica de nuestros tiempos, aumentan los dolores propios de la edad.

Agregar años a la vida, vale la pena si van acompañados de buena calidad de vida, dignidad y felicidad. Lo contrario, a mayor longevidad, mayor tristeza, carece de sentido, y nos obliga como sociedad a procurar la mayor atención y acompañamiento a nuestros ancianos.

@arquimedios_gdl

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