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Encuentro del Papa Francisco con grupos indígenas de Canadá

Gustavo Alexis Márquez

Corresponsal, Roma, Italia

Entre 1863 y 1998, una política pública del Gobierno de Canadá que, por cierto, es una monarquía constitucional, que si bien elige a su primer ministro reconoce a la Reina de Inglaterra como su máxima gobernante, llevó a más de 150.000 niños indígenas a instituciones de asistencia; dichos internados eran administrados por diversas comunidades religiosas presentes en el territorio, entre ellas, y la mayoría, católica.

En 2021, el grupo de nativos Tk’emlúps te Secwépemc informó que se encontraron restos de al menos 215 menores indígenas en una antigua residencia escolar en el oeste de Canadá llamada a Kamloops Indian Residential School.

NO HABÍA REGISTRO

Lo más difícil aún fue evidenciar que las muertes de estos niños no fueron registradas, es decir, fueron enterrados al margen de la ley y sin explicación alguna. Un informe de la Comisión para la Verdad y Reconciliación (CVR) estimó que unos 6.000 niños habían muerto mientras estaban en internados.

Por supuesto que esta lamentable situación provocó de inmediato una escalada de reproches y acusaciones a la Iglesia católica. Llama la atención que en el ojo del huracán estuvo solo la Iglesia y hasta el mismo gobierno canadiense, en su primer ministro Justin Trudeau reprochó a la comunidad católica lo acontecido, dejando fuera de toda responsabilidad a quien tenía la primera responsabilidad, el propio gobierno canadiense.

Con todo, a lo largo de los meses pasados, los Obispos canadienses hicieron lo propio para asumir la responsabilidad que les corresponde y proceder a buscar un camino de sanación. Uno de esos pasos fue el generar espacios de diálogo, así lo dijeron: “Los obispos de Canadá se han guiado por el principio de que no debemos hablar de los pueblos indígenas sin hablar con ellos.

Con ese fin, las conversaciones en curso con los líderes locales serán fundamentales para discernir los programas que más merecen apoyo. No hay un solo paso que pueda eliminar el dolor que sienten los sobrevivientes de las escuelas residenciales, pero al escuchar, buscar relaciones y trabajar en colaboración donde podamos, esperamos aprender a caminar juntos en un nuevo camino de esperanza”.

Una expresión concreta de este camino de búsqueda de la verdad y reconciliación ha sido el encuentro que, durante la semana del 28 de marzo al 1 de abril, representantes de las comunidades Inuit, Métis y Primeras Naciones sostuvieron en Roma con el Papa Francisco. El Papa ha dicho que busca con estas jornadas de diálogo “el deseo de escuchar y dar cabida a las dolorosas historias aportadas por los supervivientes”.

QUE NO VUELVA A SUCEDER

Para algunos puede parecer que este recibimiento no sea suficiente para subsanar la culpa ante lo acontecido, sin embargo, es una búsqueda sincera para que situaciones como estas no vuelvan a suceder. Así lo señalan los mismos delegados en voz de Gerald Antoine, delegado de Primeras Comunidades: “Reunirnos con el papa Francisco es un paso importante a medida que continuamos la culpabilidad de la Iglesia Católica en el genocidio y la complicidad en lo que muchos niños de las Primeras Naciones experimentaron en las instituciones” (cfr. wissinfo.ch).

Sin lugar a dudas frente a las tragedias, malas decisiones, errores y hasta delitos del pasado, un camino efectivo para que no vuelvan a suceder estas cosas, es el diálogo entre las partes involucradas, que genere un camino de prevención, cuidado y salvaguarda de los más vulnerables. Muchos podrán tomar los eventos para generar encono y violencia, que finalmente no resuelven nada; otros, como el Papa Francisco, prefieren tender puentes que ayuden a generar unidad, confianza y compromiso que son el caldo de cultivo para una sociedad más sana.

El sistema implantado por el Gobierno de Canadá para suprimir la identidad de las distintas minorías amerindias, hoy en día el 5% de la población, e imponerles la cultura occidental, estuvo en pie durante los siglos XIX y XX, cuando se crearon una serie de internados financiados por el Estado y gestionados por organizaciones religiosas que forzaba la separación de los niños y sus familias y se llevaba a cabo una política de asimilación que les impedía hablar su idioma o practicar su cultura. (cfr. Europa Press)

@arquimedios_gdl

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