ARMANDO GONZÁLEZ ESCOTO
El Papa Francisco ha denunciado con frecuencia una de las lacras más persistentes dentro de la vida de la Iglesia, el llamado “clericalismo”.
Pero, ¿qué es el clericalismo? Bajo el término clericalismo se entiende la tendencia de algunos Sacerdotes a pensar que ellos son la Iglesia, actitud que se afianzó desde la ya lejanísima Edad Media y fue creciendo incesantemente hasta la llegada del Concilio Vaticano II, que rescató la eclesiología genuina de una Iglesia, que no debe verse como una pirámide de poder, sino como una comunidad de servicio, donde la autoridad jerárquica es la primera en estar como quien sirve, no como quien es servido.
Desde esta postura evangélica el liderazgo de los Sacerdotes es un liderazgo que convoca, escucha, concilia, integra, propone y construye desde la comunidad, no un poder que se impone, pues entonces dejaría de ser la autoridad de Cristo para reducirse a la autoridad de un hombre. Ha sido difícil entender esta eclesiología cristiana. A 58 años después del Concilio, siguen dándose casos de Sacerdotes que lejos de hacer presente a la Iglesia, la suplantan, que tratan a los laicos como personas inferiores, que usan los ropajes como un símbolo de estatus. Lejos de ayudar a las personas a pensar, pretenden pensar por ellas, consideran que sólo ellos tienen la razón y que, en su comunidad, como dijera un antiguo Párroco, ellos son el Obispo, el Papa y hasta Dios.
Estas actitudes explican el trágico destino de los altares y los retablos que en
ocasiones cambian una y otra vez a despecho de lo que piense o sienta la gente, porque al nuevo Párroco lo que encuentra no le gusta y de inmediato, con el dinero de los fieles, quita, cambia, modifica y trastorna a su gusto, y si la comunidad se molesta, se incomoda o incurre en la falta de decírselo al Párroco, éste simplemente los ignora e impone su soberana voluntad. Eso es clericalismo. No tanto los fines que se buscan sino los medios y las actitudes empleadas para alcanzarlos.
En México el clericalismo ha sido causa de profundos males, ya desde el siglo XIX, y lo sigue siendo en el XXI.
Superarlo exige en primer lugar una actitud honesta que nos lleve a reconocer nuestras posturas clericalistas, pues mientras no aceptemos tenerlas, las seguiremos cultivando. También supone una revisión de los procesos formativos de los seminarios, y una identificación de las circunstancias y momentos en que los nuevos Sacerdotes, bajo la influencia del clericalismo operante, acaban actuando igual.
La ausencia de un compromiso cristiano permanente que nos lleve a buscar en todo momento ser y actuar según los sentimientos de Cristo, y el deterioro de la salud emocional y mental que en ocasiones padecemos, son igualmente coadyuvantes del clericalismo, asunto que debe ser todo el tiempo analizado por las comisiones de formación permanente, mismas que deben aportar caminos de prevención y solución a este crónico problema.
armando.gon@univa.mx