Desde el Corazón
QUERIDA LUPITA:
Estoy bien en el trabajo, pero mal en casa. El ambiente en la oficina me da paz. Somos una familia de padre, madre y dos hijos. Discutimos mucho. Mi hijo me hizo reflexionar cuando me dijo: “yo te voy a golpear a ti para que dejes de fastidiarme”. Yo le había dicho antes: “¡si no me obedeces, te pego!”. Después de su respuesta sentí un dolor inmenso.
Edith E.
HERMANA MÍA, EDITH:
Llamamos clima laboral a las condiciones físicas y emocionales en las que los trabajadores realizan sus tareas. El clima laboral idóneo debe fomentar la productividad, la motivación y satisfacción del personal. Cuando no es así, se habla de un clima laboral tóxico. Si trasladamos este concepto a la familia, podríamos hablar de un clima familiar propicio o inadecuado para el desarrollo de las capacidades de cada miembro de ella.
¿TODO BIEN EN CASA?
Tu experiencia nos lleva a preguntarnos sinceramente: ¿ cuál es el clima familiar que prevalece en mi hogar?, ¿recibo a mis hijos y cónyuge con cariño?, ¿me preocupo de encontrar un espacio para platicar e interesarme en sus proyectos?, ¿comunico mis pensamientos y experiencias?, ¿escucho yo a los demás miembros de mi familia?, ¿en casa nos sentimos valiosos unos para otros?
Investigaciones en el campo de la psicología han aportado interesantes conclusiones. Mestre, Samper y Pérez (Revista latinoamericana de psicología) explican que las familias sanas garantizan una sociedad sana.
Un óptimo ambiente familiar incluye: normas y valores inculcados con ejemplo y con cariño. Afirman que las relaciones afectivas con los padres contribuyen a desarrollar un sentido de seguridad y confianza en los hijos.
Generar un clima familiar sano es posible para quienes desean conseguirlo y se preparan para ello. Tener dominio propio y controlar emociones negativas puede conseguirse con ayuda adecuada.
INVITAR A DIOS A NUESTRO HOGAR
El primer paso es aceptar que se ha cometido un error, enseguida decidirse a cambiar con ayuda: sanar heridas, adquirir nuevos hábitos, acercarse a Dios.
He visto cambios muy positivos especialmente en aquellos que, con fe, acuden primeramente a Dios. Él tiene las respuestas que llenan las ansias profundas del corazón. Hay medios naturales, pero urgen además los medios sobrenaturales. Volver a Dios, orar, formar familias cristianas, educar para amar y servir. Es el único método posible para erradicar el mal de raíz.
“No puedes volver atrás y cambiar el principio, pero puedes comenzar dónde estás y cambiar el final” (C.S. Lewis).
Lupita Venegas/Psicóloga
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