Hermanas y hermanos en el Señor:
Dios hizo todo lo que su amor le dictó para bien del pueblo elegido, Israel, pero no encontró correspondencia. Esto se puede aplicar para cada uno, para toda la Iglesia y para toda la humanidad.
Por una parte, sobresale siempre la bondad, la atención, el empeño que el Señor poner en favor de su Reino. Cuando hace la comparación de su amor con el cuidado de una viña, sobresalen los verbos: plantar, cavar, construir una torre, cuidar; verbos positivos que ha puesto en favor de su pueblo y en favor de la humanidad.
En cambio, la respuesta de los viñadores –en la comparación mencionada– se expresa con verbos muy agresivos: rechazar, golpear, apedrear, matar.
Ante la propuesta amorosa del Creador podemos tener una actitud de receptividad, aceptación y apertura a su misericordia, o podemos tener actitudes que nos cierran y que –incluso– responden agrediendo el plan misericordioso de Dios.
Convendría preguntarnos con cuáles acciones nos identificamos, ¿con las positivas o con las negativas? ¿En cuáles verbos me veo reflejado a la hora de construir el Reino de Dios en este mundo? Porque –hay que decirlo– todos estamos llamados a construir este Reino, que es de amor, de paz, de justicia, de fraternidad.
El dueño de la viña siempre nos envía, es decir, nos señala una misión: somos enviados de Dios para amar, servir, construir, para todo lo que signifique el bien de los demás.
Convendría que nos preguntáramos si en verdad nos sentimos enviados de Dios, y si estamos convencidos –en realidad– de que somos enviados por Él.
¿A qué me siento que soy enviado? ¿Para qué me envía Dios? ¿A quién me envía? Somos enviados por Él para construir su Reino. El Papa inició el pasado 4 de octubre, en Roma, el Sínodo Ordinario con el tema de la sinodalidad (n. de r.: escuchar para dialogar). Esto pone de relieve que, en la construcción del Reino de Dios, misión de la Iglesia en el mundo, todos somos corresponsables.
Manteniéndonos en comunión con el Papa, en torno a definir los resultados de esta asamblea, todos los bautizados tenemos el derecho y el deber de manifestar lo que el Espíritu del Señor nos está pidiendo como Iglesia.
Es decir, un sínodo es expresión de la corresponsabilidad que tenemos en la construcción del Reino de Dios en este mundo.
Estamos representados todos en esa reunión de la Iglesia universal, y podemos participar uniéndonos en oración para que el sínodo que se está llevando a cabo dé muchos frutos, en el sentido de cumplir la misión de la misma Iglesia.
Que este sínodo nos dé luces, nos dé fuerzas, nos dé el camino que el Espíritu nos señala para evangelizar el mundo que nos ha tocado vivir.
Sintámonos interpelados por la acción que el Señor hace en favor de la Iglesia, que se expresa en la pregunta que Él mismo hace: ¿Qué más me falta hacer por ti?
Dios ha hecho todo lo que está en sus manos para que experimentemos su amor, su misericordia y su salvación, y siempre nos da la oportunidad de mejorar para construir su Reino.
Yo les bendigo en el Nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo