Dr. Actitud*
El miedo es una de las primeras emociones que experimentamos y su función es primordial: mantenernos vivos, protegernos o alejarnos de algo para lo que no estamos preparados. Entonces ¿Qué sentido tienen las historias tipo “Juan sin miedo” que nos hacen ver al miedo como enemigo, como un obstáculo? ¿Cómo saber si el miedo es amigo o enemigo?
El miedo es nuestro amigo cuando nos moviliza para acercarnos a algo bueno en lugar de sólo alejarnos de algo malo: El miedo a la pobreza nos lleva a planear nuestras finanzas, el miedo a los síntomas de las enfermedades nos lleva a cuidar de nuestra salud. Es enemigo cuando se convierte en algo que nos detiene, que nos impide dar el paso para salir del conformismo ─o la resignación a las molestias o limitaciones ─. Es enemigo cuando la protección que nos da afecta nuestra calidad de vida (tal es el caso de la persona que permite abusos de su pareja por miedo a la soledad o de la que por miedo al fracaso se aleja de las oportunidades).
¿Qué hacer si el miedo es mi enemigo?
Cuando el miedo se convierte en nuestro enemigo es tiempo de decirle “gracias por cuidarme, pero ya no te necesito” para ello, te pueden servir estos 7 pasos:
1.- Reconocer que tenemos el miedo: En ocasiones el miedo se oculta sea detrás de un enojo, de la procrastinación, una enfermedad o la negación automática. Más que de esconderlo, se trata de enfrentarlo.
2.- Identificar a qué le tenemos miedo realmente: miedo al fracaso, al triunfo, a lo desconocido, al dolor. Hay miedos mal identificados: no es el miedo a quedarnos sin trabajo sino a la pobreza, no es el miedo a un asalto, es a lo que nos podría suceder.
3.- Distinguir qué tipo de miedo tenemos: sin considerar los miedos originados por trastornos emocionales o patologías mentales, podemos clasificarlos en 3 grupos:
Miedo natural: Se da ante una situación en la cual tenemos la seguridad o muy altas probabilidades de que nos suceda algo desagradable, algo malo o algo para lo que no estamos preparados (Por ejemplo, estar frente a un animal feroz o un incendio no controlado).
Miedo imaginario: Proviene de suponer lo que podría sucedernos si estuviéramos en cierta situación (Por ejemplo, si camináramos por un callejón obscuro en la madrugada en una colonia violenta).
Miedo paranoico: Existe cuando pensamos que como algo nos pasó, volverá a suceder y eso nos causa temor (como una vez pedí perdón y me rechazaron, no lo haré de nuevo para que no me rechacen).
4.- Buscar información de calidad: ¿Qué es lo peor que puede pasar?, ¿Qué tan probable es que suceda?, ¿Qué opciones tengo en caso de que sucediera?, ¿Qué puedo hacer para que no ocurra?
5.- Definir qué vas a hacer al respecto (no qué te gustaría o qué podrías hacer).
6.- Hacer lo que dijiste que harías al respecto. (Define el cuándo o en qué situación lo harás).
7.- Revisar los resultados: Según el caso, el miedo se elimina o se controla. Si el miedo persiste, ajustar el plan.
Si se trata de un miedo que quienes nos conocen consideran irracional o desproporcionado o cuando lo que sentimos es peor que lo que podría ocurrir, lo recomendable es buscar apoyo profesional (con un psicológico o psiquiatra).
¡Que tus ideales sean más grandes que tus miedos!
*Dr. Juan Pablo Aguilar
www.indrac.org