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Editorial

No dejarán jamás de sorprendernos las decisiones que se toman para enfrentar un problema en México. Así, por ejemplo, los abrazos para nada han funcionado en el control de la violencia en nuestro país. Y en el tema de la pandemia, los semáforos que estableció el gobierno federal para señalar en qué situación se encuentran los Estados de la República en relación al covid.

Lo que parecía una buena intención y, sobre todo, una excelente referencia para tomar decisiones importantes y fundamentadas en cada entidad, se convirtió en -otra vez más- un asunto político y hasta intimidatorio, sin conocer a ciencia cierta cuáles son los criterios con que se elabora ese semáforo epidemiológico, a tal punto que, lejos de orientarnos, lo cual sería muy laudable, se convirtió en cosa de risa, sin que la situación amerite, en lo más mínimo, cualquier broma en este sentido.

El semáforo, ahora, tiene poca credibilidad. No es posible que algo que debería ser tan serio se devalúe tanto porque no se quiso o no se supo usar.

Elocuente, en este sentido, fue la respuesta de la Jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, cuando el pasado 6 de agosto, el sector salud del gobierno federal determinó que la capital estaba en semáforo rojo, y la gobernante no estuvo de acuerdo, por lo que, dijo, seguían en semáforo naranja.

El hecho de que los niveles del semáforo, precisamente, no traen restricciones específicas evidencia, por una parte, que su juicio es relativo y, por otra, que cualquier Estado que no esté de acuerdo lo puede ignorar, como de hecho ha sucedido.

En Jalisco, por ejemplo, el 25 de agosto pasado, que tuvimos 100 fallecidos (la cifra más alta desde los 130 registrados el 16 de febrero pasado), ¡pasamos de semáforo rojo a semáforo naranja! ¿Cómo está esto?

Habiendo iniciado las clases presenciales para el sector escolar infantil, no se deben supeditar las decisiones y mediciones de la pandemia a contemplaciones superfluas, solo por salir de paso, por darle un cauce equivocado a cuestionamientos o porque así lo decidió -sin contemplaciones de ningún tipo- el ejecutivo federal.

Hay que estar atentos si las escuelas presentan algún riesgo, los resultados de las actividades al aire libre, los controles sanitarios, las implicaciones de esta nueva modalidad híbrida, etc.

En pocas palabras, cómo mantener a los estudiantes fuera de peligro, y cómo reaccionar en caso de que los resultados no son los esperados.

No dejemos de observar que el número de niños contagiados ha aumentado permanentemente desde principios de julio, que dan un total de tres mil 480 casos, de marzo a la fecha, según el Sistema Radar Jalisco, incluidos bebés que han sido hospitalizados (13, del 1 al 16 de agosto). Además, en la entidad se ha reportado la muerte de 12 niños entre 0 y 5 años.

Si nos dejamos guiar por el semáforo que indica el gobierno federal, nos vamos a llevar muchas desilusiones, porque ya es un semáforo apagado. No es el que México necesita. O se termina este parámetro o se utiliza uno válido, y creíble.

@arquimedios_gdl

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