El inicio del servicio pastoral de un nuevo Párroco es un momento solemne, que se manifiesta en diferentes aspectos: en el repique de las campanas, en la presencia nutrida de fieles en la asamblea, en la presencia de los hermanos Sacerdotes que llegan para concelebrar la Eucaristía de la toma de posesión, en el ornato del templo, etc.
Para entender esta solemnidad, nos remitimos al pasaje del Evangelio de Lc. 5,1-11. Jesús está sentado en la barca, enseñando a la multitud, que se mantiene atenta.
Esta escena no pertenece al pasado, sino que se hace actual en la experiencia de cada comunidad que recibe a su nuevo Párroco, porque por medio de él, Jesús se hace visible y presente.
En el Párroco, el Señor se sienta a enseñar a la multitud. Es misión primera e importante del Párroco predicar a todos los fieles la Palabra de Dios, porque ésta es vida, es luz, es necesaria para conocer al Padre, para seguir a Jesucristo y para alcanzar la salvación.
Jesús sigue enseñando en el ministerio de cada Sacerdote al frente de la comunidad.
En la escena descrita, además, Cristo les pide a sus Apóstoles que echen sus redes para pescar. Es la misma orden que da al nuevo Párroco al tomar posesión del encargo.
Es como si Jesús le dijera: “Te pongo en esta comunidad para que eches las redes para pescar fieles”. El Sacerdote tiene como misión echar las redes para atraer a todos hacia el Maestro, a la vida plena que Dios nos manifiesta en su Hijo.
Esto es un misterio, pero también es una realidad. El Señor pide que los Sacerdotes no tengan miedo, que vayan y prediquen, porque Él estará con ellos todos los días, hasta que se acabe el mundo.
Esa promesa de Jesús de estar con su pueblo es una realidad cuando el Párroco ejerce su ministerio, y es garantía de que Cristo está presente y de que está actuando su salvación en favor de todos.
Dios elige a sus profetas, a sus apóstoles, a sus enviados. Por eso, creemos que el Sacerdote fue consagrado por el Espíritu Santo y enviado por Jesucristo. La elección es para servir al pueblo de Dios, no solo para un determinado grupo.
La orden del Señor es con la intención de abarcar a todos, sin distinción; los que ya están cerca y comprometidos, pero también los que están lejos, los que son indiferentes, los que viven ignorando de qué se trata ser cristianos, y los que son contrarios a la fe.
Éste es el aspecto que estamos llamados a reforzar en la Iglesia, que nació como una comunidad misionera, en la búsqueda, en el llamado y la atracción de todos los hombres.
Tenemos que redescubrir este aspecto misionero, potenciarlo y asumirlo. No debemos conformarnos con los que se ya estamos en el templo.
Es una tarea grande, exigente, que el Párroco solo no puede cumplir, sino que debe contar con la oración y el compromiso de los bautizados que son conscientes de su tarea en la Iglesia, porque nuestros destinatarios no son unos pocos, sino las multitudes.
Yo les bendigo en el Nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo.