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Dimensión Diocesana de Pastoral del Adulto Mayor

En la vida adulta, el sufrimiento es un tema a resignificar, por toda la historia vivida, por todas aquellas experiencias que duelen a la persona; pero que, sin duda, la Palabra de Dios ilumina y descubre el auténtico sentido del sufrimiento.
San Juan Pablo II señala que el sufrimiento pertenece a la trascendencia del hombre, es uno de esos puntos en los que el hombre está destinado a superarse a sí mismo, y de manera misteriosa es llamado a hacerlo (Salvifici Doloris, 1984). Es por ello que se afirma que el sufrimiento es inseparable de la existencia terrena del hombre.

En continuidad con la temática del subsidio de la Cuarta Semana del Adulto Mayor, se presenta el tercer tema: “El sufrimiento como lugar de esperanza”. Es posible preguntarse, ¿cómo es que el sufrimiento es un lugar de esperanza, si es precisamente lo que abate al hombre? Esto es posible, sin duda, ya que
el sufrimiento también pone al límite a la persona, cuando surgen cuestionamientos internos, cuando la situación difícil rebasa y hacen un llamado a salir de sí mismo, para ir en búsqueda de una respuesta.

Benedicto XVI, en la encíclica Spe Salvi, refiere que la esperanza cristiana es la espera de algo que ya se ha cumplido, la esperanza cristiana es sólida, y es precisamente por su fundamento que radica en Cristo, es por ello que no decepciona. Es en este sentido, que la esperanza surge en tribulaciones en las situaciones límite, como lo menciona el contenido del tema tres.

Actitudes y enseñanzas ante el sufrimiento
Una de las actitudes que resalta el contenido es la capacidad de aceptación de los sinsabores de la vida, ya que evadir el sufrimiento no cura al hombre, lo contrario, ensimisma a la persona y se vive en desesperanza. La unión con Cristo, que ha sufrido y ha padecido en la cruz, permite que se pueda adquirir
madurez en medio del sufrimiento; entonces, podemos decir que la alegría deriva del descubrimiento del sentido del sufrimiento, es cuando encuentra significado, que hace capaz a la persona de encontrarse consigo mismo.

Sin duda, el sufrimiento nos enseña encontrar lo positivo en aquello que se vive, así como a dar el valor a las cosas, también permite entender el dolor del otro, y esto humaniza la propia vida y la de los demás con acciones misericordiosas, devolviendo a la sociedad los valores que dignifican la vida humana, convirtiéndose en oportunidad de transformación.
Por otro lado, se utiliza el ejemplo de Eleazar, tomado de la segunda lectura de Macabeos, describe el contexto de lo que a su avanzada edad vivía, y que a pesar de las tribulaciones, su conducta fue recta, fiel a Dios, de amor profundo, que no solo honra a Dios, sino a su misma vejez, así como su legado.

Los adultos mayores, en su historia, relatan experiencias de sufrimiento, de dolor, de pérdidas que han marcado su existencia, que ellos mismos han sabido resignificar, ya que lo expresan con palabras, acciones y actitudes, de cómo superaron estas situaciones, de ahí, que el escucharlos se convierte en
un tesoro para los más jóvenes.

En conclusión, en la vida se presentan muchos sufrimientos que aquejan al ser humano, y aunque no es posible darles solución a todos, si es posible encontrar la novedad de Dios al revisar el pasado, tal como aprender a valorar el presente, y a proyectar el futuro con nuevos aprendizajes. Con la esperanza cristiana puesta en la confianza de “saber de quién nos hemos fiado” (2 Tm 1,12).

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