Editorial
Cuando en 1891 el Papa León XIII publicó la gran encíclica social Rerum novarum, el mundo del trabajo se movía en el único sentido de la explotación y la máxima ganancia del capitalista, no importado que éste viviera en el occidente o el oriente del mundo, el resultado era el mismo: tremendas jornadas de trabajo deshumanizadoras y un sueldo de miseria para los obreros.
Con gran sentido pastoral, el “Papa de los obreros”, respondió con fuerza profética afirmando los principios de validez universal para el bien de la persona que trabaja y sus derechos. A partir de ese momento, el mundo entero contó con un documento que ponía por alto la dignidad del trabajador sobre el capital y la ganancia. Con claridad refirió que el trabajo, con justa razón, puede ser considerado un medio de santificación, porque exalta las cualidades humanas y dispone a la persona a la transformación del mundo creado por Dios, por medio de su ingenio y habilidad.
El trabajo dignifica a la persona y se sujeta a ella, por este motivo, no es moralmente correcto cosificar al trabajador como una mercancía, un recuso o capital humano, porque el trabajo es para la persona y no la persona para el trabajo.
De esta consideración antropológica, se desprende que la economía resultante a la actividad productiva del ser humano, debe estar ordenada al bien de la persona, siendo este su fin último.
La visión economicista que considera a la persona solo en su capacidad productiva, a la generación de ganancia y su posibilidad de consumo, reduce gravemente su dignidad y genera exclusión.
Las reivindicaciones de los trabajadores aún están lejos de ser satisfechas, las relaciones obrero-patronales mediadas por sindicatos no generan seguridad debido a que estos organismos, en muchos casos se mueven por intereses de pequeñas elites, económicos o se convierten en operadores políticos.
El tema del descanso y las vacaciones tienen tres finalidades definidas: recuperarse de las jornadas de trabajo, convivir con la familia y tener tiempo para alabar a Dios; en este campo, las leyes deben ajustarse a favor del trabajador y su familia.
El trabajador tiene derecho a su salario y que este sea justo, para el bien de su familia y progreso de la sociedad. De eso depende terminar con los sueldos de miseria, el trabajo infantil y la desigualdad salarial de la mujer. El trabajo debe ser honrado porque es fuente de riqueza y asegura condiciones para una vida decorosa y se convierte en instrumento eficaz contra la pobreza y el único digno de la persona.
El Estado juega un papel imprescindible en el campo de la ocupación laboral, su responsabilidad radica en crear políticas que activen al empleo. La empresa, que por naturaleza es generadora de empleo y bienestar, debe ser cuidada por el Estado y la sociedad, particularmente por aquellos que dependen de ella. No es posible, por tanto, que el Estado amague al sector empresarial sin dañar gravemente el bienestar familiar y la estabilidad social. La lucha por la dignificación del trabajador aún está vigente; en un clima de crisis económica y polarización social, la defensa del derecho al trabajo pasa también por las urnas electorales.
1 comment
Muy buena información 😃
Super bien redactada
Excelente trabajo
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