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Pbro. Armando González Escoto

Desde la antigüedad las perlas han sido muy valoradas por el ser humano, tanto que el mismo Señor Jesús las usó en dos ocasiones para ilustrar su enseñanza.

Como en todo, las perlas varían de valor a tenor de diversas condiciones, el que comercia con ellas debe ser un experto para poder descubrir entre muchas, la perla preciosa. Conocer de perlas exige dedicación, capacidad de observar y comparar, conocimientos profundos, larga experiencia, inteligencia y sagacidad, no cualquiera puede entrar en este negocio, ni cualquiera puede valorar con acierto una perla. El improvisado, el ingenuo, el ignorante, compra basura por perlas, o vende la perla valiosa como si fuera la corriente.

Por lo mismo, el Evangelio no habla de un comprador cualquiera de perlas, sino de un comerciante en perlas finas que gracias a su capacidad descubre de pronto la perla valiosa y va y vende cuanto tiene para poderla adquirir, pues resulta que una magnífica perla cuesta mucho (Mt. 13, 45-46). Con mayor dureza, el Señor nos dice que no arrojemos nuestras perlas a los cerdos, pues no harán sino pisotearlas (Mt.7,6).

La Iglesia es guardiana de numerosas perlas preciosas, a lo que doctrinalmente se le llama el depósito de la fe, donde la Palabra de Dios, que es el Señor Jesús, y los sacramentos destellan por encima de todo. Este depósito se ha enriquecido a lo largo del tiempo con las aportaciones del magisterio, pero también con la riqueza que le aporta la oración del pueblo de Dios. La fe y la misma Iglesia son perlas preciosas que se deben cuidar con esmero, en el arcón de donde el escriba sabio sabe sacar lo nuevo y lo antiguo.

Las iglesias diocesanas, expresión plena de la Iglesia única, tienen también este cometido, y lo ejercen en los parámetros de su propia identidad e historia, poniendo bajo la custodia de los mejores y de los más capaces el cuidado y la custodia de las perlas preciosas que aquilata.

La celebración anual de la llevada de la Virgen es una de nuestras perlas preciosas, ni se puede comparar con eventos de otras comunidades que se han avecindado en Guadalajara, ni se puede poner en manos de valuadores inexpertos.

Dadas las circunstancias, la Romería, se podrá posponer o modificar con toda la creatividad que la comunidad diocesana tiene, pero nunca tratar como si fuese un simple evento multitudinario, una perla corriente, cuyo destino lo decidan las redes sociales, las encuestas, o instancias ajenas a quienes tienen la vocación de custodiar el tesoro de la fe católica.

Por otra parte, las circunstancias no son como para tomar decisiones superficiales, tenemos un serio problema de salud que no acaba de resolverse y es responsabilidad de todos ni exponerse ni exponer a nadie a riesgos de alto costo social. Si algo necesitamos en este momento es una enorme imaginación, creativa, dinámica, innovadora, pero en todo momento, consciente del valor de la perla que tenemos entre las manos.

armando.gon@univa.mx

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