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Pbro. Lic. Miguel Ángel González Gámez

En nuestro imaginario como mexicanos, se nos ha instruido desde pequeños que la fe y la política son como el agua y el aceite, se repelen, que por naturaleza no se pueden juntar. Todo es fruto de los acontecimientos históricos.
La reforma liberal del siglo XIX institucionalmente relegó a la Iglesia de un papel público que jugaba en la asistencia de la gente mediante hospitales, dispensarios, orfanatos y demás obras sociales que fueron expropiadas, y se redujo su actuar a un espacio meramente celebrativo, el templo.
Esto se tradujo después en una cultura que forjó en el inconsciente colectivo la creencia que la fe no se debe mezclar en nada en los asuntos públicos.

EN BÚSQUEDA DEL BIEN COMÚN
Sin embargo la vida de la Iglesia universal iba en otro sentido, a finales del siglo XIX la encíclica Rerum Novarum de León XIII colocó a la Iglesia ante la realidad de ese tiempo, siempre con la convicción de dar una palabra de aliento y esperanza, y desde ese documento hasta el de reciente publicación del Papa Francisco, Laudate Deum, la Iglesia sigue hablando de los problemas que afectan al ser humano: el trabajo, la cultura, la economía, la política, los derechos humanos, el medio ambiente, la paz, la organización social, el desarme, la construcción de una sociedad de naciones que ayude a ordenar la convivencia entre países, la fraternidad, el cuidado de la casa común, etc.

No ha habido tema que la Iglesia como madre y maestra, así la nombró san Juan XXIII, no haya tocado, profundizado, discernido y propuesto mejoras a nuestra humanidad.

Cabe mencionar que la preocupación social no se reduce a este periodo histórico, desde su fundación, su fundador siempre mostró su cercanía con el pobre y el que sufre, proclamando la necesidad de un mundo más humano y fraterno.

MÁS ALLÁ DE LAS SACRISTÍAS
En nuestro país esa preocupación por lo que le sucede al ser humano se ha manifestado en grandes obras y proyectos. Ejemplos memorables son la obra del Beato Anacleto González Flores, que mediante su estrategia logró con métodos pacíficos la abolición de leyes que restringían la vida de la Iglesia, y posteriormente la creación de organizaciones populares como cajas de ahorro y préstamo, mutuales, sindicatos, organizaciones que promovían trabajo comunitario y que ayudaron a muchas personas en situación de pobreza.
Pero, por desgracia, estas iniciativas han sido muy focalizadas y no se ha involucrado a toda la Iglesia, porque para muchos católicos el ser iglesia se restringe a una vida cultual.
Desde el año 2000, con la Carta Pastoral “Del Encuentro con Jesucristo a la Solidaridad con Todos”, la Iglesia mexicana tuvo un impulso en la dimensión social, invitando a todos los fieles a que el Evangelio se haga realidad en nuestra nación, exhortando y animando a todos los miembros de la Iglesia a ver nuestra realidad y transformarla con la Luz de Jesucristo y su Evangelio.
Desde ahí, han tomado importancia los talleres de fe y democracia buscando que el cristiano se dé cuenta que su fe no se limita a una mera celebración dominical, sino que esa fe tiene que darle un sentido a la vida ordinaria, es decir que nuestros valores sean los del Evangelio y desde ahí forjar una nueva civilización.

ES EL MOMENTO
Estamos a la puerta de un nuevo proceso electoral, oportunidad para que los que tenemos fe, se manifieste en una participación ejemplar.

La Iglesia no está a favor ni en contra de nadie, lo que busca siempre es que haya condiciones para que el ser humano se desarrolle en todos los ámbitos de la vida, se establezca la justicia en todos los aspectos, se elimine la desigualdad y todos tengan lo necesario para vivir dignamente, que existan condiciones para que los jóvenes puedan desarrollar su proyecto de vida, se construya la paz desde el respeto a los derechos humanos, se respete a la creación y con ello se combatan los efectos del cambio climático, es decir, a la Iglesia le interesa la persona y su entorno, que se cumpla el proyecto de Dios, que el ser humano encuentre la realización desde los ideales del Evangelio y eso lo lleve a la vida eterna.

Por eso, nuestro compromiso al votar tiene que ser no solo pensar en nuestros intereses, sino pensar en común.

*Sacerdote de la Arquidiócesis de Guadalajara. Licenciado en Políticas Públicas y Gobernanza por la Universidad de Guadalajara

@arquimedios_gdl

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