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Fabián Acosta Rico, UNIVA

En el poema novelado de Antoine de Saint-Exupéry, el Principito, un niño de cabellos rubios habita un asteroide, el B-612. Vive aislado, sin otra compañía que una rosa; su querida y amada rosa.

Como él, otros personajes moran en solitario en sus respectivas rocas siderales, un rey, un geógrafo, un borracho, un vanidoso… tras visitarlas todas, y aprender una lección de sus moradores, finalmente en su cósmico recorrido, el Principito llega a la tierra.

En existencial sentido, todos estamos confinados en nuestra yoidad, somos para nosotros la medida de todas las cosas.

Construyendo nuestra propia arca

En estos días de confinamiento obligados por el Coronavirus, podemos vivenciar cómo para sobrevivir a la pandemia, como Noé con su arca, nos rodeamos de todo aquello que valoramos como indispensable y propio. Nos amurallamos en nuestro domicilio que funge, en sentido figurativo, como asteroide confinante, donde emprendemos la tarea egocéntrica de lidiar con nuestros gustos y nuestras teledirigidas responsabilidades.

Dadas las indicaciones de nuestras autoridades, tenemos el deber de permanecer encerrados. No podemos salir volando como El Principito elevado por un racimo de palomas a salvo de las flemas y mucosas de los vecinos.

Si el poético niño de Antoine de Saint-Exupéry se entretenía haciéndole la jardinería a su asteroide o lidiando con sus volcanes, nuestros millennials y centellials solo requieren de una confiable conexión de Internet para aceptar la reclusión acompañada de un operativo aparato de recepción y emisión de información.

Los más jóvenes, los nativos digitales están más que habituados a montar su vida social, económica, educativa y hasta laboral sobre las nuevas tecnologías de la información.

Hay que entender que nuestras actuales generaciones Y y Z son la evolución antropológica del Homo Videns o sea del niño setentero y ochentero que creció alucinando con Star Wars y soñando con visitar Disneylandia.

Los amos del universo digital

En nuestros nativos digitales (que nacieron con el Internet y la telefonía celular) su entretenimiento subsiste en cualquier lugar que tenga wifi o en su defecto basta con que tenga datos en el celular o la tablet.

Para ellos no es ningún problema sobrevivir al aburrimiento del claustro. No son Principitos contemplativos a la frágil belleza de sus rosa, ni Mafaldas encaprichadas por una televisión. Son los señores de un anchuroso universo virtual cuasi infinito que se extiende por todos los intricado confines de la Web.

En ese mundo la interacción no sólo es social también tiene como variante recurrente lo lúdico.

Como lo afirma la antropología, los seres humanos estamos más que nunca sobre expuestos a la tecnología.

En este confinamiento anti-pandémico, las migrantes digitales, los individuos de las generaciones X y Baby Boomers hemos tenido que romper nuestras resistencias a adoptar y hacer parte de nuestra vida cotidiana el uso de plataformas digitales, redes sociales, páginas Web… De la televisión quizás ni nos acordamos ya (bienvenido sea su remplazo la Smart TV, y ahora ha resucitado por la Teleprimaria y Tele Secundaria).

De esta experiencia de cuarentena muchos podemos salir con nuevos hábitos marcados por una mayor apertura y aceptación de esta realidad postmoderna definida por la realidad aumentada, lo digital y lo virtual. El Principito, en esta nueva era, ya no necesita de una rosa para entretenerse y paliar su aislamiento, de hecho, puede tener las rosas que quiera y de las más variadas desde el display de su smartphone.   

@arquimedios_gdl

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