La Conversión de San Ignacio
PBRO. ADRIÁN RAMOS RUELAS
El 31 de julio la Iglesia recuerda a San Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús o “jesuitas”. Es “obligado” recordar a San Ignacio durante este año, pues se cumplen 500 años de su conversión especial en su situación de convalecencia.
¿Cómo fue encontrado Ignacio por Dios?…«En su orfandad, Ignacio tuvo que salir por el mundo a la búsqueda de futuro. La institución del mayorazgo vasco le excluía de la posibilidad de un futuro
familiar próspero. Primero fue a Castilla a servir al contador del rey ,con cuya esposa estaba emparentada
la familia de Ignacio. Allá aprendió Ignacio de la vida de la corte y del ambiente cultural de la época, además de los usos y costumbres de la burocracia y del manejo de las armas.
Pero cuando el contador cayó en desgracia, Ignacio tuvo que abandonar Castilla, y entonces se puso al servicio del duque de Nájera y de su ejército, que trataba de defender la frontera española de las incursiones de los franceses. Hasta que en el famoso asedio de la ciudad de Pamplona, Ignacio fue herido y conducido de nuevo a la casa familiar de Loyola. Probablemente, ese viaje fue el comienzo del proceso de la conversión».
¿Qué pensaría Ignacio en aquel largo camino en medio de sus dolores?… Ignacio tocaba los límites: la enfermedad, la proximidad de la muerte, la soledad y la postración. Todos sus viejos sueños se venían abajo. Por eso batallaba porque su cuerpo no quedara deforme, pese a los grandes dolores de las operaciones. Era un hombre inútil para el futuro. Y sin embargo, ahí precisamente es donde fue encontrado por Dios. Pablo fue encontrado por Dios tirado en el suelo y ciego en el camino de Damasco;
Francisco de Asís, recorriendo desnudo las calles de su ciudad. Ignacio, postrado en la cama en la convalecencia de Loyola.
¡Cuánto nos ayuda recordar los momentos fundamentales de nuestra vida cristiana, los inicios de nuestra conversión!
Seguramente, en algún lugar, en alguna fecha determinada, Dios se atravesó en nuestras vidas para quedarse para siempre. Inspirados en San Ignacio, ejercitemos uno a uno los puntos que a continuación se sugieren.
- Revivir el momento de nuestro encuentro con Dios (algún retiro, alguna situación difícil, algún momento intenso de oración, etc.).
- Hagamos oración al Señor suplicándole que nos conserve en el camino emprendido y seamos agradecidos con Él por lo que ha hecho con nuestras vidas.
- Renovemos nuestro compromiso de seguir a Jesús con fidelidad y de no apartar nuestra mirada de la suya.