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Pastoral Profética de la Arquidiócesis de Guadalajara
Adviento

PBRO. MTRO. JAVIER ACOSTA ÁGUILA

Nuestro caminar espiritual en este III domingo de Adviento nos lanza una pregunta: ¿Qué esperamos? Nuestra época acelerada sabe poco de esperar, lo que nos puede llevar a actitudes de desesperación
o nostalgia del pasado. La nostalgia de la estabilidad, o con el lenguaje de Z.
Bauman, la nostalgia de la realidad sólida, nos lleva a preguntarnos: “¿Eres tú quien tiene que venir o debemos esperar a otro?” (Mt 11,3).

Cuando tenemos una identidad cristiana débil o superficial, nos viene la tentación de querer pasar página en los temas religiosos y hacer, así, intercambiable nuestra fe con cualquier tipo de creencia o experiencia que parece “espiritual”.
Con el acontecimiento de la Encarnación, nosotros sabemos que es Jesucristo el que ha venido y que no tenemos que esperar a otro, pero esto no es del todo fácil de asumir, ya que hemos hecho intercambiable o génerica nuestra profesión de fe en Jesucristo, hoy que todo se reduce a un ¡felices fiestas! Por eso, la importancia de que nuestra fe vuelva a su raíz cristocéntrica en este Adviento, es decir, que abracemos la verdad de la propuesta de Jesucristo y su predicación. No olvidemos pronunciar ¡Feliz Navidad!

Hacer nuestra la profesión de fe en Jesucristo hoy se traduce no solo en que nosotros aceptemos su existencia histórica como ciudadano judío del siglo I, sino que seamos capaces, por la fe, de saber que estamos llamados a producir un encuentro que cree, vive, celebra y ora con la propuesta que Jesucristo
tiene para ti y para mí. En la medida en que hacemos vida la respuesta de Jesús a Juan el Bautista: “Vayan
a contar a Juan lo que están viendo y oyendo: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios de la lepra, los sordos oyen, los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia el Evangelio” (Mt 11, 4-5). Por lo tanto, la profesión de fe en Jesucristo no es un acto privado ni secreto de sacristía,
sino que la fe en Jesucristo tiene que ser anunciada y puesta en evidencia por cada uno de nosotros. Jesucristo es el Mesías que produce un efecto en quien cree en Él, cura nuestras cegueras, nos
libra de toda enfermedad y nos da una vida plena, mostrándonos el camino de la auténtica felicidad.

¿Por qué ocultar los beneficios que nos trae Jesucristo? Jesucristo da a tu vida el beneficio de la alegría. Como sabemos por los colores litúrgicos y la Corona de Adviento que se nos muestran en el domingo Gaudete, es decir, en el día que no olvidamos que la alegría cristiana no se extingue, ni acaba, es el día en que se nos recuerda que la persona de Jesús es Camino hacia la auténtica felicidad. El Papa Francisco
nos enseña: “La felicidad no se trata de tener algo o de convertirse en alguien, no, la verdadera
felicidad es estar con el Señor y vivir por amor” (Angelus, 01.11.2017).
Por eso, nuestra vida debe medirse con Jesús y con el amor. La distancia ya en este III domingo entre Jesús y las expresiones de amor a nuestros hermanos debe ser más corta, si en este III domingo de Adviento no has acortado la distancia en estos dos elementos, está caminado este tiempo litúrgico de modo errado y estéril, sin obtener el fruto de la alegría: la paz.

En conclusión, para poder vivir una fe explícita en Jesucristo, la expresión más clara y cristiana es la alegría que se convierte en fuente de paz, es poder concluir que “la alegría cristiana es la paz, la paz que hay en las raíces, la paz del corazón, la paz que solamente Dios nos puede dar: esto es la alegría cristiana”
(Francisco, 28.06. 2018).

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