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Pbro. Eduardo Michel Flores

Una vez una joven me preguntó: “Padre, ¿es cierto que ‘el que obedece no se equivoca’?, porque yo soy empleada de un almacén, y el otro día mi jefe me dijo que no reportara un movimiento de entrada de una mercancía a la bodega, que él se haría cargo, a mí no me pareció correcto y me resistía a hacerlo, porque es mi deber reportar toda entrada. Pero una compañera me dijo, ‘no te preocupes, recuerda lo que dice el dicho: ‘el que obedece no se equivoca’; así que tú sólo obedece, así no tendrás ningún problema’. Pero a mí me cuesta aceptar eso, por eso quise venir a preguntar”.
Yo le respondí: “La expresión ‘el que obedece no se equivoca’ implica que si uno sigue órdenes o instrucciones de alguien que tiene autoridad o conocimiento sobre un tema en particular, es menos probable que se equivoque. Sin embargo, este dicho debe entenderse adecuadamente. Esta frase es cierta, siempre y cuando, quien ejerza la autoridad no se extralimite en sus funciones.


“Hay, entonces, algunos límites a la hora de obedecer: Cuando se ordena algo que sea pecado; cuando se manda algo, en la práctica, imposible; cuando el superior ordena algo que está más allá de sus atribuciones; en estos casos no hay obligación de obedecerle”.


NO OBEDECER A CIEGAS
Hay, entonces, algunos límites a la hora de obedecer. Cuando se ordena algo que sea pecado: Es evidente que no se debe ni se puede obedecer a un superior que mande alguna cosa contraria a las leyes divinas o eclesiásticas; habría que decirle lo que dijo san Pedro: “Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres”. Esta frase es liberadora, pues asegura la libertad cristiana contra toda tiranía.
Así enseñaba san Francisco de Sales: “como los superiores no pueden mandar cosa en contrario (a la ley de
Dios), tampoco los inferiores tienen obligación alguna de obedecer en ese caso, y si obedecieren, pecarían”.
Cuando se manda hacer algo, en la práctica, imposible: Quien claramente no puede realizar lo que se
le solicita, no está obligado a hacerlo.
Nótese que se dice que sea imposible “en la práctica”, pues, aunque nuestras fuerzas físicas o morales,
estrictamente hablando, puedan lograr lo que se está mandando, puede suceder que sea prácticamente imposible realizarlo.
Así, por ejemplo, si un director espiritual le ordenara a un hombre casado, con trabajo y demás ocupaciones propias de su estado, que rezara todos los días diez veces el Rosario, aunque física y moralmente pudiera hacerlo, sacrificando obligaciones de su propio estado, se consideraría que en la práctica eso es imposible y no estaría obligado a obedecer.


DISCERNIR QUÉ SÍ Y QUE NO
Cuando el superior ordena algo más allá de sus atribuciones: por ejemplo, cuando un padre se opone a la
vocación que su hijo ha madurado concienzudamente, traspasa sus deberes, y no hay obligación de obedecerle.
Lo mismo se puede decir del superior de una comunidad religiosa que ordenara algo que esté más allá de lo que le permiten las constituciones, estatutos y reglas, no hay obligación de obedecerle.
Aunque seguir órdenes es importante, cada persona tiene la responsabilidad de evaluar la moralidad de las órdenes que recibe. Si las órdenes contradicen valores fundamentales o normas éticas o morales, es un deber elemental cuestionarlas y actuar de acuerdo a la propia conciencia.

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