Pbro. Eduardo Michel Flores
En cierta ocasión una señora joven me preguntó: “Padre, ¿es correcto que los padres de familia les ‘impongamos’ nuestra fe a nuestros hijos?”.
Yo le contesté: “¿Por qué me pregunta eso? ¿A qué se refiere exactamente?”.
Entonces ella me dijo: “Hace poco tuve una discusión con una hermana mía, que hace tiempo se alejó de la Iglesia, y me decía que le parecía incorrecto que los padres de familia decidiéramos bautizar a nuestros hijos como católicos, que eso era ‘imponerles una fe’, que no respetábamos su libertad, que deberíamos dejar que crecieran sin bautizarlos y luego, cuando ya pudieran decidir, a los 18 años, que ellos decidieran cuál religión seguir; tanto me insistió en el asunto que me hizo dudar y por eso quise venir a preguntarle si será correcto que los padres de familia les impongamos nuestra fe a los niños o si mejor deberíamos esperar a que crecieran y que ellos mismos elijan cuál fe quieren abrazar”.
Yo le respondí: “Mire, eso de ‘imponer’ es una palabra mal empleada en este contexto, ya que los padres de familia deciden muchas cosas para sus hijos cuando estos son pequeños y nadie dice que les impongan algo. Por ejemplo, los padres de familia deciden el nombre que les ponen a sus hijos y nadie dice que ‘se los imponen’, porque ellos tienen derecho de hacerlo. Igualmente los padres de familia cubren a sus hijos de las inclemencias del tiempo, los abrigan o cobijan, y nadie dice jamás que les imponen lo que deben ponerse o lo que deben vestir.
“También los padres de familia deciden la alimentación que les dan a sus hijos, por ejemplo, frutas y verduras, o las vacunas que deben recibir cuando son pequeños y a nadie jamás se le ocurriría decir que les están imponiendo sus ideas o su forma de pensar. Asimismo, los padres de familia eligen cuál será la primera escuela a la que asistan sus hijos y a nadie le parece que eso sea un atentado contra su libertad, o una imposición.
“Los padres de familia pueden perfectamente decidir bautizar a sus hijos, es decir, transmitirles su fe y eso no puede llamarse imposición, porque no lo es en absoluto, ya que hay decisiones que los padres de familia deben tomar por sus hijos por el bien de ellos”.
Hay que distinguir lo importante de lo ordinario
Ella me dijo entonces: “Padre, pero usted estará de acuerdo conmigo que no es lo mismo servirles cereal de desayuno que darles una religión. Yo respondí: “Estoy de acuerdo con usted, no es igual de importante un asunto que el otro, pero precisamente porque la religión no es un asunto trivial o sin importancia, los padres deben decidir por sus hijos y no esperar para cuando crezcan, eso sería absurdo; sería tan descabellado como oír que los padres de familia de un niño al saber que su hijo pequeño acaba de heredar una enorme fortuna de un pariente suyo que acaba de morir, dijeran que prefieren esperar para cuando su hijo crezca y cumpla 18 años, para que él decida, porque ellos no quieren violentar su libertad, no quieren imponerle heredar una fortuna que tal vez el niño cuando crezca no quiera.
“Sabemos que los padres de ese niño, si están cuerdos, dirían que ellos se comprometen por él, que firman en su lugar; eso mismo hacen exactamente los padres de familia que deciden bautizar a sus hijos desde pequeños, firman por ellos, es decir, se comprometen mirando por el bien de sus hijos”.
La fe es el valor más grande que tenemos y debemos transmitirlo sin tardanza y sin dudar.
El valor de nuestra fe
Es muy triste y lamentable que haya padres de familia que no consideren su fe cristiana como un valor, como un tesoro que deben heredar a sus hijos y que lleguen siquiera a considerar que ‘están imponiéndole su fe’ al hijo que acercan a bautizar. Los valores se heredan, tanto si son materiales como si son espirituales, las personas que consideran tener algo valioso buscan a toda costa heredarlo a sus hijos y nietos; pues la fe es el valor más grande que tenemos y debemos transmitirlo sin tardanza y sin dudar a los hijos. Sería un error de los padres de familia esperar a que sus hijos sean mayores o puedan decidir por sí mismos para que ellos escojan esa u otra fe libremente, porque la fe que no se transmite en la infancia muy difícilmente se transmitirá en la edad adulta.