Pbro. Eduardo Michel Flores
Una vez se acercó una señora y me preguntó: “Padre, ¿es pecado sentir
coraje contra políticos que aprueban leyes que dañan? Verá, yo tengo
tres hijos y el mayor de ellos es adicto a las drogas desde hace muchos
años, cuando era adolescente adquirió esa adicción, y ahora tiene 34
años, mi esposo y yo hemos sufrido mucho por eso, no sabemos en qué
momento comenzó a consumirlas, creemos que fue en la secundaria.
“Con mucho dolor hemos visto cómo se ha ido consumiendo por las
drogas, lo hemos llevado a centros de rehabilitación, pero a veces no ha
soportado estar ahí y otras veces apenas termina el programa de
rehabilitación, sale y vuelve a recaer, ha sido muy desgastante para la
familia, porque el carácter de nuestro hijo adicto es muy cambiante, a
veces está eufórico, a veces deprimido, a veces tranquilo y a veces
agresivo; ha golpeado a mi esposo y hasta ha amenazado con matarlo”.
Afecta a toda la familia
“Muchas veces nos ha reprochado que lo hayamos internado contra su
voluntad o que lo hayamos denunciado a la policía, pero a pesar de todo
nunca lo hemos corrido de la casa, sigue viviendo con nosotros. Hemos
visto cómo se han ido desapareciendo cosas de la casa, porque como no
le damos dinero y él lo necesita para poder comprar lo que consume,
por eso roba, porque es un adicto, entonces toma lo que encuentra y lo
vende para tener dinero, han sido muchos años de dolor.
“Y aquí es donde entra coraje que tengo a los políticos que, con la mano
en la cintura, y obedeciendo a no sé cuáles intereses, promueven y
aprueban el uso de las drogas, como la marihuana. La verdad es que yo
he leído mucho sobre el tema, porque evidentemente me interesa, y he
sabido que en los países donde se ha despenalizado el uso de la
marihuana en vez de disminuir, han aumentado los adictos y no se
acaba el negocio de quienes producen y venden.
“Yo quisiera que los políticos, antes de aprobar leyes como esas,
convivan un tiempo con un adicto, viendo cómo sufre, cómo se
consume, y cómo perjudica a su familia, deberían escuchar atentamente el testimonio de los padres que tenemos un adicto en casa; esa
experiencia es muy dolorosa, no se la deseo a nadie.
“No puedo entender cómo habiendo tantos problemas tan graves
que aquejan a nuestro país, los políticos se pongan a hacer leyes
que destruyen la vida, que atacan al matrimonio y a la familia,
que dañan y envenenan a nuestros niños, adolescentes y
jóvenes”.
Que legislen a favor
“Yo no soy una persona conocedora de las leyes, pero sí pienso que por
sentido común los políticos deberían promover y aprobar leyes a favor
de la vida, del matrimonio, de la familia, leyes que no dañen y
envenenen a nuestros niños, adolescentes y jóvenes.
“Por eso tengo coraje y le pregunto si cometo un pecado por sentirlo
hacia esos políticos inconscientes que en vez de ayudar perjudican”.
Yo le respondí: “Los sentimientos no son pecado, enojo, coraje, son
reacciones espontáneas que nosotros no decidimos tener, simplemente
las sentimos, es algo natural, es la forma como reaccionamos ante
situaciones que vivimos, así que no se angustie, no comete ningún
pecado por sentir disgusto por la negligencia, o peor aún, por la mala
voluntad de políticos que no cumplen su trabajo, y que en vez de hacer
el bien hacen el mal, pero debe estar atenta de que ese enojo no se
exprese con ofensas o injurias, o peor aún, con agresiones físicas, eso sí
sería pecado”.
¿Qué sí y qué no?
Cuando nos enojamos, perdemos el control, cambia nuestro carácter.
Nosotros no elegimos perder el control y enojarnos, simplemente sucede
como una respuesta natural y espontánea a situaciones que nos afectan.
Por tanto, el enojo no es pecado, sino un estado emocional. Lo que sí es
pecado es la conducta agresiva que surge del enojo, por ejemplo,
deseos de venganza, guardar rencor, no querer perdonar. En la vida
seguramente nos enojaremos más de una vez, pero debemos dominar el
enojo y no permitir que tenga el control de nuestra vida. No podemos
controlar cada sentimiento que tenemos, lo que sí podemos es controlar
su reacción. Sentir no es consentir, por tanto, los sentimientos no tienen una connotación moral, es decir, no son buenos ni malos en sí mismos,
así que tampoco son pecado.