No dejemos que el celular nos esclavice o nos haga pecar.
Pbro. Eduardo Michel Flores
Hace un tiempo vino un joven al confesionario y me preguntó: “Padre, ¿Es pecado usar el teléfono celular durante la Misa? Verá, yo soy muy obsesivo con mi teléfono, reviso los mensajes constantemente, veo si nadie me ha llamado o escrito, todo esto lo he hecho durante la Misa, incluso hasta me he salido del templo para contestar una llamada”.
Yo le pregunté: “Y ¿Por qué miras tanto tu teléfono? ¿Acaso eres médico y esperas algún mensaje o llamada de algún paciente o alguna emergencia? Porque en ese caso estaría justificado que trajeras tu teléfono encendido y que lo estuvieras revisando constantemente, de otro modo no se entendería”.
Cuando se sobrepasan los límites
“No padre, no soy médico y la verdad es que no espero un mensaje
urgente, ni nada por el estilo, más bien creo que el celular ya me creó
un vicio, a veces me pregunto si no seré adicto al celular”, respondió el
joven.
“Efectivamente puede que tengas ya una adicción al teléfono celular, eso lo tendría que determinar un psicólogo o un psiquiatra, pero como norma general, sí es una falta de respeto al Señor estar mirando el celular durante la Misa, e incluso salir a contestar una llamada intrascendente”, expliqué.
Lo más conveniente, para evitar distracciones, es apagar el celular al entrar a una iglesia y mantenerlo así durante la celebración, a menos que, como ya dije, se tenga una profesión que exija tener el teléfono encendido todo el tiempo, por la gravedad de las responsabilidades que uno tiene, como las de un médico, en tal caso se le pediría que ponga su celular en silencio y que no lo mire, salvo si vibra por una llamada de emergencia, pero si no se tiene ninguna situación apremiante, como un enfermo grave en casa, lo más conveniente será apagarlo”.
Debemos controlarnos
El joven respondió: “Tiene razón padre, eso haré. Cada que entre en
una iglesia, apagaré el celular para evitar distracciones innecesarias, a
ver si puedo controlar la ansiedad”.
Yo le comenté:
“Si tener el celular apagado te produce ansiedad, probablemente
tengas una adicción, en tal caso, debes acudir a un especialista
para que te ayude a superarla”.
No caigamos en una adicción
Hoy el teléfono celular se ha convertido en un artículo esencial para la
vida de muchas personas, y para muchas se ha vuelto una verdadera
adicción.
Los especialistas dicen que en promedio, una persona ve su celular unas
ciento cincuenta veces al día, esta cifra representa unas diez veces por
hora, y algunas lo ven muchas más.
En las salas de espera, en los elevadores, en las tiendas, en la fila del
súper, en el trabajo, en la casa, en el cine, en el teatro, en el estadio,
caminando por la calle, manejando el coche, durante la comida, antes
de dormir y al despertar, en cualquier momento y en cualquier lugar se
puede ver a muchísimas personas mirando su teléfono móvil.
Para bien o para mal el celular se ha convertido en una extensión de las personas. Y para muchos se ha vuelto una adicción. Y esta adicción está impactando con más fuerza a los niños y a los jóvenes. Y no es para menos si pensamos que en muchos casos lo primero que vieron al nacer, no fue precisamente el rostro de su madre, sino un teléfono celular grabando el video de sus primeros minutos de vida.
El uso excesivo del celular puede tener graves consecuencias. Los psicólogos señalan que la nomofobia o trastorno siquiátrico de adicción al celular, puede generar malestares en articulaciones, ojos, huesos y oídos hasta insomnio, depresión y ansiedad.
Si se tiene alguno de estos síntomas hay que acudir a un especialista
que ayude a superar la adicción y recuperar la salud.
Dios nos quiere libres de cualquier esclavitud o adicción, no dejemos
que el celular nos esclavice o nos haga pecar.