Jesús denuncia ahora, y precisamente en el Templo, la ambición de los escribas, su avaricia y su falsa piedad. Ellos consideraban su función no como un «servicio», sino como pretexto para humillar a los demás.
"En la Iglesia tenemos urgente necesidad de una comunicación que inflame los corazones, sea bálsamo en las heridas e ilumine el camino de nuestros hermanos y hermanas"